Las piezas del destino se mueven con una intensidad insospechada en este capítulo 310 de Sueños de Libertad, donde el corazón y el poder chocan con una violencia emocional que lo transforma todo. María lanza un ultimátum que sacude los cimientos de la familia De la Reina: quiere fuera a Begoña. Y a cambio, no pide dinero ni favores, solo una cosa… su ausencia.
La mañana empieza en calma en la casa de los Merino. Luis intenta acercarse a Teo hablando de fútbol, pero el pequeño deja claro que lo suyo son los bocadillos compartidos con su tío en el recreo. La visita de Joaquín y Gema pone de manifiesto el cariño por el niño, aunque Gema insiste en controlarlo, rozando lo asfixiante. Teo, por su parte, solo quiere perderse en las páginas del libro que Luz le ha prestado, ese universo donde puede escapar del dolor. Pero la herida sigue abierta: su madre ya no está, y eso no se remedia con cuentos.
Mientras tanto, Tita Manuela desayuna con Claudia, quien busca un respiro antes de recibir a la madre de Tere. La conversación se torna más íntima cuando Gaspar aparece con comida de más y un gesto que no pasa desapercibido: se toma de la mano con Claudia, quien parece dividida entre la dulzura del momento y el recuerdo de Mateo. Tita, siempre observadora, lanza una advertencia: Raúl no es un hombre de fiar. Claudia guarda silencio, pero sus ojos hablan de confusión.
En la casa de los Merino, Luz ha pasado la noche estudiando, y su esfuerzo no pasa desapercibido. Sin embargo, el ambiente cambia cuando suena el teléfono: es Marcial. Teo se quiebra. Pide que lo vengan a buscar, no soporta sentirse observado. Quiere volver a la huerta, con quien lo hace sentir seguro. El niño, que debería jugar, ya siente el peso de un adulto.
Carmen, en la tienda, lidia con la ausencia inesperada de una trabajadora. Claudia aparece con bocadillos y acaba, casi sin darse cuenta, aceptando ayudarla con las entregas. Todo fluye hasta que Tacio aparece pidiendo que entreguen un paquete. Claudia, resignada, accede. A veces el deber llama en forma de caja.
En Casagrande, Begoña y Luz hablan sobre Teo. Luz advierte que Gema lo asfixia con su presencia constante. El niño necesita llorar, dolerse, y no ser protegido de sus propios sentimientos. Begoña reflexiona sobre Julia y su duelo por Jesús. ¿Acaso cometió el mismo error con ella? La sobreprotegió, la distrajo, sin dejarle espacio para la tristeza.
La tensión escala cuando en casa de los De la Reina, Andrés informa que María ha rechazado vender sus acciones a don Pedro. Marta y Damián, entusiasmados por la posibilidad de recuperar el control de la empresa, se ven confrontados por la bomba: María aceptará… si Begoña abandona la casa. Andrés, furioso, se niega a permitir semejante chantaje. Marta sugiere una salida intermedia: que Begoña se mude a su casa del monte. Pero Andrés se niega. Esa finca es su hogar con Begoña y sus hijas. No piensa ceder a una presión que considera injusta y humillante.
Mientras tanto, en la cocina, Julia habla con Manuela sobre su obra de teatro. Se siente querida, admirada, pero su relación con Begoña se tambalea. No le agrada la idea de cenar con Teo, a quien considera “raro”. Sin embargo, Begoña intenta convencerla: el niño necesita compañía, comprensión. Julia, tras dudar, acepta a regañadientes.
Claudia y Carmen, descargando productos en la calle, comparten un momento de vulnerabilidad. Claudia admite que siente algo por Raúl, algo que no esperaba tan pronto tras la pérdida de Mateo. Carmen intenta consolarla, diciéndole que el amor llega sin avisar, pero Claudia teme repetir patrones: sentirse atraída por hombres que coquetean con varias a la vez. Carmen la abraza con palabras: merece a alguien que la quiera con fuerza y sin dudas.
Y entonces llega el momento de la verdad. Andrés, harto, enfrenta a Begoña y le cuenta lo que María exige. Le habla de la finca de Marta como una posible solución, pero su tono está cargado de impotencia. María aparece en escena, dispuesta a defender su posición. La conversación entre las dos mujeres estalla. María la llama hipócrita, asegurando que si Begoña de verdad amara a Julia, se marcharía. Begoña, firme, responde que lo único que ha hecho ha sido luchar por su hija y que no piensa ceder al capricho de alguien que actúa por rencor, no por amor. María amenaza con vender sus acciones a Carpena, aunque también revela que los Merino quieren hablar con ella.
En la tienda, Gema está al borde del colapso. Se equivoca con el cambio y confiesa a Fina que ya no puede más. No entiende por qué Teo la rechaza. Su sueño siempre fue tener un hijo desde bebé, criarlo desde cero, y no enfrentarse a un niño herido y desconfiado. Fina intenta ayudarla contándole su propia historia: cómo, tras la muerte de su madre, su padre lo dio todo por ella… y ella solo quería estar sola. A veces, el dolor no se cura con amor inmediato, sino con tiempo y paciencia.
Marta, por su parte, mantiene una conversación cargada de doble sentido con Pelayo. Él quiere invitarla a tomar café, pero ella dice tener trabajo. Se saludan con distancia, aunque hay una complicidad latente. Ella le comparte que han descubierto que la empresa tiene dos fragancias en vez de una. Pelayo, en tono burlón, la llama “la gran Marta de la Reina”, insinuando que su éxito despierta celos.
Y así, en medio de pequeños gestos y grandes decisiones, el destino sigue entrelazando los caminos de quienes buscan amor, poder y redención. El capítulo termina con un eco que resuena: ¿se irá Begoña por el bien de Julia, o resistirá la presión de una familia que prefiere el silencio al escándalo?
El tiempo lo dirá. Pero una cosa es segura: nada volverá a ser como antes