En Sueños de Libertad, el capítulo 325 estalla con una de las escenas más crudas, tensas y emocionalmente cargadas de la temporada. El hospital se convierte en el escenario donde explota todo el resentimiento acumulado entre dos mujeres heridas: Marta y María. El dolor, las viejas heridas no cerradas, y una caída que lo cambia todo, marcan el tono de este potente episodio que remueve el pasado y compromete el futuro.
Todo comienza con Marta entrando, con paso lento y el corazón en la garganta, en la habitación donde María permanece convaleciente tras el accidente. Se acerca con cautela, saludándola con una voz suave, casi maternal, preguntándole cómo se encuentra. Pero María, envuelta en una mezcla de frustración, rabia y cansancio, le responde con una frialdad cortante: “¿Qué otra opción tengo?”, dejando claro que la visita no es bienvenida.
Marta intenta empatizar. Le habla de la preocupación de la familia, de cómo todos están pendientes de ella, deseando su pronta recuperación. Pero María, con tono sarcástico, lanza una frase que congela el ambiente: “Al menos ya os habéis quitado a una intrusa de encima”. Con esa frase, no solo se autodefine como alguien que nunca fue aceptada, sino que lanza una acusación directa a toda la familia: la hicieron sentir siempre como una extraña.
Marta, afectada pero serena, insiste con amabilidad: “Tú sí eres parte de esta familia”. Pero María ya no quiere escuchar promesas vacías ni palabras bonitas. Las corta sin piedad. “No estoy para formalidades, ni para discursos amables”, dice, evidenciando que lo que más le duele no es solo la caída, sino el abandono emocional.
A pesar de todo, Marta insiste en acercarse. Le ofrece ayuda, le pregunta si necesita algo, y le asegura que todos, incluso Andrés, están profundamente afectados por lo ocurrido. Menciona que él es quien peor lo está pasando, quizá como una forma de suavizar las cosas. Pero esa mención desata la tormenta. María estalla.
“¿Que Andrés lo está pasando mal? ¡La que está aquí tirada soy yo!”, grita con amargura. Para ella, el responsable de todo es Andrés. Cree firmemente que él la empujó, que quiso echarla de una casa que siente como suya. La tensión entre ellos ya venía en aumento, y este accidente —según ella— fue el punto de quiebre.
Marta intenta razonar. Le dice que no cree que Andrés lo haya hecho a propósito, que fue un accidente. Pero María la interrumpe con furia: “Tú no estabas ahí. No viste lo que pasó”. Su voz, temblorosa pero decidida, refleja que se siente traicionada por todos. Asegura que la familia protege a Andrés, que siempre lo han hecho, incluso cuando todo apuntaba contra él.
Y entonces, Marta saca a la luz un recuerdo oscuro: la muerte de Víctor. Un episodio antiguo, lleno de secretos y silencios. Marta pregunta directamente: “¿Por qué no dijiste la verdad entonces, María?”. La habitación se llena de un silencio helado. No hace falta que digan más. Es evidente que María lleva años cargando con una duda, una sospecha, una desconfianza que ha crecido como una espina en el corazón.
María no cede. Mira a Marta con firmeza y repite que Andrés fue el culpable. Incluso lanza una amenaza escalofriante: “Y si no salgo de esta, que es muy probable… lo voy a denunciar”.
Marta, que hasta ese momento ha intentado mantenerse tranquila, empieza a desmoronarse por dentro. Con voz queda, casi con lágrimas contenidas, le dice: “Sabes que eso no es verdad”. La frase queda flotando en el aire, como una súplica y una declaración de amor familiar, al mismo tiempo. Marta da un paso atrás, respira hondo, y se dispone a marcharse.
Pero antes de salir, le desea sinceramente que las pruebas salgan bien. “No solo por ti”, añade María, “sino porque el futuro de ambos, el mío y el de Andrés, depende de eso”. En esa frase hay una mezcla de advertencia, desesperanza y… quizás, un último resquicio de deseo de que las cosas no terminen de romperse.
Marta cierra la puerta suavemente tras de sí. La escena termina con una mirada al pasillo vacío, mientras en sus labios se dibuja una frase repetida, dicha casi en susurros: “Ojalá salgan bien… de verdad”.
Este capítulo no solo confronta a dos mujeres en una conversación devastadora, sino que deja en el aire una pregunta que lo cambia todo: ¿Fue realmente un accidente o hay algo más oscuro detrás de esa caída? Las heridas del pasado, los secretos enterrados y el fantasma de Víctor planean de nuevo sobre Sueños de Libertad, marcando un antes y un después para la familia entera.
Lo que está claro es que nada volverá a ser igual. La verdad, sea cual sea, está a punto de salir a la luz. Y el precio podría ser demasiado alto.