En el capítulo del miércoles 4 de junio de La Promesa, la tensión se vuelve insoportable dentro y fuera del palacio. Mientras los preparativos para el bautizo de los hijos de Catalina y Adriano avanzan con aparente solemnidad, la atmósfera que rodea a los Luján es cada vez más opresiva. Rómulo y Emilia, en medio del caos, estrechan la complicidad que crece lentamente entre ellos. Son conscientes de que el ambiente no es el de una celebración, sino el de una familia al borde del colapso.
La estabilidad de Eugenia es uno de los temas que más preocupa a todos. Después de un episodio particularmente alarmante entre ella y el pequeño Andrés, Curro toma una posición clara: su madre no debe asistir al bautizo. Sin embargo, al mismo tiempo intenta convencer a los demás de que su estado no ha empeorado tanto como parece. Esta actitud ambigua desconcierta a Lorenzo, quien ve en ella una negación del verdadero deterioro mental de Eugenia.
Pero la decisión ya está tomada. Alonso, Catalina y Adriano acuerdan excluir a Eugenia de la ceremonia por seguridad y por la tranquilidad del evento. En paralelo, Jacobo toma también su propia determinación: no participará en una fotografía familiar ni en un acto con el que no se siente emocionalmente vinculado. Su relación con Martina, cada vez más frágil, parece haber llegado a un punto de no retorno.
Mientras tanto, Petra, agotada y cada vez más aislada, delega la organización del bautizo. Esta renuncia provoca un nuevo enfrentamiento con María Fernández, quien no pierde oportunidad para atacarla, acusándola de hipócrita e incompetente. Pero esta vez no está sola: Samuel interviene y defiende a Petra frente a todos, exigiendo a María que deje de entrometerse en lo que no le corresponde. Es la primera vez que alguien desafía abiertamente el juicio implacable de María, marcando un cambio en la dinámica del servicio.
En otro rincón de la finca, Manuel confronta a Toño sobre la misteriosa deuda que los ha puesto en aprietos. Preocupado por su bienestar y por el futuro de su familia, Manuel le promete que saldará la deuda, pero a cambio le pide que comience a reparar su vínculo con su madre, abriendo así una puerta hacia la reconciliación familiar.
El foco vuelve a Eugenia cuando Curro, aún con esperanza, intenta convencerla de que no asista al bautizo. Pero la mujer, cada vez más desconectada de la realidad, insiste en que estará presente. Habla de Andrés como si fuera su propio hijo, con una ternura que deja entrever su fragilidad emocional, pero también con una obstinación que preocupa profundamente a su hijo.
La situación se vuelve crítica cuando Lorenzo, convencido de que Eugenia representa un peligro inminente, presiona a Alonso para que prepare su reingreso en el sanatorio. La sugerencia, dura pero realista, llega justo antes de que la familia parta hacia el lugar donde se celebrará el bautizo.
Pero nada podría haberlos preparado para lo que vendrá después: Eugenia desaparece. Sin dejar rastro, se marcha del palacio. Lo más inquietante es que se ha llevado consigo un arma —la pistola de Lorenzo—, lo que convierte su huida en una amenaza real.
Así se encamina este explosivo episodio de La Promesa: un bautizo en riesgo, una familia desbordada por los secretos, un amor al borde del colapso y una mujer rota que, armada y desesperada, puede cambiar el destino de todos. Eugenia ya no es solo una presencia incómoda. Es una bomba de tiempo.