Esta semana, La Promesa da un giro inesperado con la llegada de un personaje que ha alterado por completo la paz del palacio: Ose Quan. Desde el primer momento, su presencia ha causado escalofríos. Entró con una actitud altiva, como si fuera el dueño del lugar, repartiendo exigencias absurdas y lanzando acusaciones sin fundamento. ¿Quién se cree que es?
Con su aire amenazante, Osequan no solo ha invadido el espacio físico de los marqueses, sino también sus vidas, sembrando tensión en cada rincón del palacio. Y su objetivo está claro: encontrar a Matilde, quien se ha hecho pasar por Giulia para ocultar su verdadera identidad. Pero lo más alarmante no es eso, sino la exigencia insólita que lanza: quiere que Curro se case con Matilde como “reparación” por la muerte de Paco, su hermano. Una petición que no solo es delirante, sino profundamente injusta.
Recordemos: cuando Paco murió en el frente, fue Curro quien lo sostuvo de la mano, dándole consuelo en sus últimos instantes. Osequan, en cambio, brilló por su ausencia. Y ahora, reaparece como si tuviera el derecho de señalar con el dedo, acusando a Curro de lo que él mismo no tuvo valor de enfrentar. Lo llama “niño mimado”, cuando la realidad es que Curro ha demostrado más humanidad y honor que muchos.
La aparición de Matilde/Giulia en este contexto tampoco parece casual. Se presenta como una joven rota por la pérdida de Paco, pero sus actitudes —siempre entrometida, algo chismosa y oportunista— no han terminado de convencer al público. Su repentina cercanía con Curro, el joven conde de Luján, despierta sospechas: ¿de verdad siente algo por él o solo ve en él una tabla de salvación social?
La sospecha crece cuando se plantea que podría estar embarazada. Sin embargo, no hay pruebas de que Matilde y Curro hayan tenido relación alguna. Todo apunta a una estrategia de presión para forzar una unión, apelando al sentido del honor de Curro, que aunque es emocional, también es razonable. Es improbable que caiga en una trampa así, aunque no se puede descartar del todo que la culpa lo confunda.
Muchos seguidores se preguntan cómo es posible que Osequan haya entrado tan fácilmente al palacio. ¿En serio basta con dar un par de nombres importantes y ya se abren las puertas de un hogar noble como si fuera una posada? A este paso, no sería extraño ver un cartel en la entrada que diga: “Bienvenidos al hostal Las Vegas: habitaciones con vistas al escándalo”.
Y lo más preocupante: ¿qué pasará si Curro se niega a casarse? ¿Osequan recurrirá a amenazas? ¿Violencia? La historia apunta a que su interés no es justicia, sino beneficio propio. Su actitud, cargada de soberbia y manipulación, da a entender que su regreso tiene fines más oscuros de lo que aparenta. El personaje, más que causar empatía, genera rechazo, y muchos temen que si su plan prospera, el drama se multiplique de forma innecesaria.
Pero aún hay esperanza. Curro ha demostrado en numerosas ocasiones tener criterio propio, y aunque la culpa pueda pesarle, también tiene sentido de justicia. Forzarlo a un matrimonio sin amor, basado en mentiras y presión social, no encaja con la evolución de su personaje.
En resumen, Osequan ha traído caos, pero también nuevas preguntas. ¿Qué busca realmente? ¿Matilde está enamorada o solo quiere escalar socialmente? ¿Curro actuará por obligación o por convicción? Lo que está claro es que La Promesa está entrando en una etapa turbulenta, donde las apariencias engañan y las intenciones verdaderas están aún por descubrirse. Como siempre, en este palacio, nada es lo que parece