Lleva meses apartada de su familia y viviendo en el hangar, pero en el capítulo de este martes de la serie La Promesa, el personaje de
Catalina ha decidido regresar al palacio para hacer rabiar a su madrastra, Cruz, con su nuevo acompañante. En la ficción de época
protagonizada por Ana Garcés, Arturo García Sancho y Eva Martín, emitida en La 1 de Televisión Española, Adriano ha salido escaldado de
la cena en honor a Manuel, pero otros humildes personajes también podrían recibir muy pronto una gran reprimenda por parte de los nobles.
El episodio de hoy ha comenzado justo donde terminó el del pasado lunes, en la inesperada presentación que Catalina hizo de Adriano, frente a los Luján. Manuel y Alonso han dado la bienvenida a su mesa al labriego, mientras Cruz, a cuadros, miraba al invitado. La marquesa no se ha mordido la lengua al hablar con Catalina, y la muchacha no ha perdido la oportunidad de reprocharle a Ayala lo que había hecho con Martina.
En el brindis propuesto por el marqués, las manos de Adriano han tropezado, y Cruz ha pedido que se le cambiase su juego de cubiertos por solo un cuchillo y un tenedor, pues no pensaba que supiese utilizar el resto de utensilios. La noche no ha proseguido demasiado bien para él. María Antonia le ha preguntado en qué consistía su trabajo, y Adriano ha contestado que él solo era un simple arrendatario de las tierras del marqués.
Cruz ha comentado que era evidente que trabajaba con sus manos. “No hay más que mirárselas”, ha arremetido la marquesa. Catalina ha salido en su defensa, y Lorenzo también ha atacado, preguntándose qué tipo de hechizo había ejecutado sobre Catalina para embelesar a su sobrina. Cruz ha preguntado cuántas oportunidades había tenido de sentarse en una mesa así en su vida, y Catalina ha ordenado que detuviesen aquellos comentarios.
Sin hacerle caso a Catalina, la marquesa ha apuntado que era evidente que Adriano no estaba cómodo en ese frac, por muy bien que le sentase. Cruz ha observado que aquel atuendo correspondía al antiguo prometido de su hijastra, y Catalina así lo ha reconocido. Adriano se ha quedado callado, incomodísimo, al enterarse de que vestía lo que un día llevó puesto el conde de Añil.
Al día siguiente, Adriano le ha devuelto el traje a Catalina en el hangar. El chico ha echado en cara a su amante que no le hubiese avisado de a quién pertenecía aquel frac, y Catalina le ha pedido disculpas por el trato que recibió por parte de Cruz. Adriano ha constatado que hubiese preferido no acudir a aquella cena, y ha asegurado que estaba enamorado de la hija de Alonso, pero ello no le convertía en un juguete que utilizar en sus trifulcas con la marquesa. “No soy imbécil”, ha puesto punto y final a la conversación el campesino.