Marta vuelve a casa tras su controvertida noche de bodas, pero lo que la espera es un enfrentamiento inevitable. Pelayo, con su característico sarcasmo, la recibe con una pregunta cargada de ironía: “¿Cómo fue nuestra noche de bodas?” Dejando claro que sabe perfectamente dónde ha estado. La tensión se palpa en el aire cuando añade que, al menos, tuvo la decencia de no aparecer en el desayuno, marcando aún más la distancia entre ellos.
Pero Marta no se inmuta. Con frialdad y determinación, asegura que, para mantener las apariencias, los demás los verán salir de la misma habitación. Pelayo, burlón, finge agradecer el gesto, pero no tarda en recordarle que este matrimonio fue un acuerdo mutuo, aunque ella nunca tuvo demasiadas opciones. Marta, sin rodeos, le deja claro que ya ha cumplido con su papel en esta farsa y que, para ella, no es más que una transacción.
Pelayo insiste en que su unión ha fortalecido sus posiciones, especialmente porque su madre está encantada con la alianza política. Pero Marta, indiferente, no oculta su diversión ante la frustración de su esposo, sobre todo cuando este se queja de que terminó la reunión del comité antes de tiempo, arruinando sus planes de influencia. Para Marta, los invitados ya estaban demasiado borrachos como para ser de utilidad, pero Pelayo no cede: uno de ellos podría haber decidido su futuro político.
La conversación da un giro cuando Pelayo menciona a su madre, quien abandonó el banquete furiosa y humilló a su hijo delante de su padre antes de partir a Madrid. Esta vez, Marta le ofrece una disculpa, admitiendo que puede entender su molestia. Sin embargo, deja claro que desaparecer en su noche de bodas no fue un acto de rebeldía, sino una necesidad: tenía que estar con Fina.
Pelayo le advierte que el amor no puede estar por encima del respeto, pero Marta le devuelve el golpe: “No es más irrespetuoso que no haber podido estar con la persona que amo en el día de mi boda.” Pelayo, con ironía, le asegura que ya se ha encargado de compensar a Fina esa misma noche. Pero Marta, firme, insiste: correr a su lado era la única forma de demostrarle que este matrimonio no cambiaría nada entre ellas.
Para Marta, solo hay una prioridad: Fina. Y al final, su matrimonio con Pelayo solo existe para estar más cerca de ella. Con esa verdad sobre la mesa, da por terminada la conversación y se retira a su habitación, dejando a Pelayo solo con sus pensamientos.
¿Qué pasará ahora? ¿Podrá Marta mantener su farsa sin consecuencias? ¿O Pelayo tomará medidas para cambiar el rumbo de esta historia? Déjanos tu opinión en los comentarios.
Page 2
Marta vuelve a casa tras su controvertida noche de bodas, pero lo que la espera es un enfrentamiento inevitable. Pelayo, con su característico sarcasmo, la recibe con una pregunta cargada de ironía: “¿Cómo fue nuestra noche de bodas?” Dejando claro que sabe perfectamente dónde ha estado. La tensión se palpa en el aire cuando añade que, al menos, tuvo la decencia de no aparecer en el desayuno, marcando aún más la distancia entre ellos.
Pero Marta no se inmuta. Con frialdad y determinación, asegura que, para mantener las apariencias, los demás los verán salir de la misma habitación. Pelayo, burlón, finge agradecer el gesto, pero no tarda en recordarle que este matrimonio fue un acuerdo mutuo, aunque ella nunca tuvo demasiadas opciones. Marta, sin rodeos, le deja claro que ya ha cumplido con su papel en esta farsa y que, para ella, no es más que una transacción.
Pelayo insiste en que su unión ha fortalecido sus posiciones, especialmente porque su madre está encantada con la alianza política. Pero Marta, indiferente, no oculta su diversión ante la frustración de su esposo, sobre todo cuando este se queja de que terminó la reunión del comité antes de tiempo, arruinando sus planes de influencia. Para Marta, los invitados ya estaban demasiado borrachos como para ser de utilidad, pero Pelayo no cede: uno de ellos podría haber decidido su futuro político.
La conversación da un giro cuando Pelayo menciona a su madre, quien abandonó el banquete furiosa y humilló a su hijo delante de su padre antes de partir a Madrid. Esta vez, Marta le ofrece una disculpa, admitiendo que puede entender su molestia. Sin embargo, deja claro que desaparecer en su noche de bodas no fue un acto de rebeldía, sino una necesidad: tenía que estar con Fina.
Pelayo le advierte que el amor no puede estar por encima del respeto, pero Marta le devuelve el golpe: “No es más irrespetuoso que no haber podido estar con la persona que amo en el día de mi boda.” Pelayo, con ironía, le asegura que ya se ha encargado de compensar a Fina esa misma noche. Pero Marta, firme, insiste: correr a su lado era la única forma de demostrarle que este matrimonio no cambiaría nada entre ellas.
Para Marta, solo hay una prioridad: Fina. Y al final, su matrimonio con Pelayo solo existe para estar más cerca de ella. Con esa verdad sobre la mesa, da por terminada la conversación y se retira a su habitación, dejando a Pelayo solo con sus pensamientos.
¿Qué pasará ahora? ¿Podrá Marta mantener su farsa sin consecuencias? ¿O Pelayo tomará medidas para cambiar el rumbo de esta historia? Déjanos tu opinión en los comentarios.