La tensión en la familia de Damián es insoportable tras la trágica muerte de Jesús. En una conversación cargada de dolor y resentimiento, Damián enfrenta a Tao, quien intenta saber si hay novedades sobre la investigación de la Guardia Civil. Sin embargo, el padre afligido, sumido en su sufrimiento, responde con frialdad, dejando claro que nada podrá aliviar su pérdida.
Tao, intentando mostrar apoyo, menciona la preocupación de los trabajadores de la fábrica, lo que enfurece a Damián. Para él, hablar de trabajo en un momento como este es una falta de respeto. A pesar de la tensión, Tao insiste en ofrecer ayuda con los preparativos del funeral, pero Damián lo rechaza tajantemente. Para él, solo Marta y Andrés deben encargarse de todo, pues esto es un asunto que solo concierne a la familia.
Las palabras hieren profundamente a Tao, quien se da cuenta de que Damián ya no lo considera parte de su círculo cercano. Con el dolor reflejado en su rostro, Damián confiesa su impotencia: no sabe qué le ocurrió realmente a Jesús, quién fue el responsable ni cuándo logrará encontrar paz. Tao, dolido, expresa su deseo de ser tratado como un hijo más, pero Damián lo aparta, asegurando que nada ni nadie podrá consolarlo.
Viendo que su presencia solo empeora la situación, Tao decide marcharse, pero antes transmite el pésame de su esposa. Damián, en un raro gesto de reconocimiento, admite que María del Carmen es una buena mujer. Sin embargo, su dolor sigue consumiéndolo y la conversación termina en un silencio devastador.