Tras la trágica muerte de Jesús, Joaquín y Tao discuten cómo manejar la situación en la fábrica. Tao sugiere declarar un día de luto y enviar a los trabajadores a casa, pero Joaquín, visiblemente preocupado, insiste en que deben seguir trabajando con normalidad. La producción ya está atrasada, y detenerla dos días seguidos, primero por la boda y ahora por el luto, sería un problema.
Tao no está convencido. Cree que los trabajadores merecen una explicación, pero Joaquín argumenta que mantener la fábrica operativa enviará un mensaje de estabilidad. Sin embargo, Tao advierte que el coche de la Guardia Civil ya ha sido visto, y si no se les dice nada, los empleados comenzarán a especular y difundir rumores.
Joaquín responde con cinismo: la verdad podría ser más aterradora que cualquier rumor. Tao insiste en que la transparencia es clave para calmar al personal, pero Joaquín lo desafía preguntándole si acaso decirles que hay un asesino suelto sería mejor. Tao admite que eso solo generaría pánico.
Finalmente, Joaquín concluye que, hasta que no tengan un informe oficial de la Guardia Civil, es mejor mantenerse en silencio. La conversación refleja el dilema entre mantener el orden y la creciente inquietud de los trabajadores, que ya sospechan que algo grave está ocurriendo.
