Después de días de incertidumbre y sufrimiento, Jana finalmente muestra una notable mejoría en su estado de salud. Poco a poco, la joven comienza a recuperar la conciencia y con ella, los recuerdos del fatídico día en que recibió el disparo. Manuel, siempre a su lado, no ha dejado de velar por su recuperación, manteniéndose firme en su decisión de protegerla a toda costa.
Sin embargo, lo que parecía ser solo un proceso de sanación física se convierte en un momento clave para descubrir la verdad. A medida que recobra sus fuerzas, Jana comienza a recordar con precisión cada detalle de lo ocurrido antes del atentado. Cada fragmento de memoria que regresa a su mente la acerca más a la impactante revelación que cambiará el rumbo de los acontecimientos.
Mientras se mueve con cautela por su habitación, un detalle aparentemente insignificante llama su atención. De repente, una imagen se fija en su mente con total claridad, un recuerdo que había permanecido oculto hasta ahora. Su respiración se agita, su corazón se acelera y una verdad aterradora se instala en su mente: ahora sabe exactamente quién intentó matarla.
Sin perder un segundo, exige que Manuel llame al sargento Burdina. La urgencia en su voz no deja espacio para dudas: está lista para revelar la identidad del culpable. Cuando el sargento llega a la habitación, la tensión se corta en el aire. Manuel la observa con expectación, incapaz de prever lo que está a punto de escuchar.
“Lo recuerdo todo”, declara Jana con firmeza, mirando a Burdina con determinación. El silencio en la habitación se vuelve sepulcral. “Sé quién fue.”
Manuel siente un escalofrío recorrer su cuerpo. No puede creer lo que está escuchando. Pero Jana no tiene dudas. Con la voz firme y la mirada encendida, pronuncia el nombre de la persona responsable del intento de asesinato: Cruz Luján.
El impacto de sus palabras es inmediato. Manuel palidece, incapaz de procesar la verdad. Pero Jana insiste: escuchó su voz en la puerta de su habitación antes de que se disparara el arma. Sintió su presencia amenazante, y ahora lo recuerda todo con absoluta certeza.
Burdina, sin vacilar, se pone en acción. La justicia finalmente ha alcanzado a la marquesa. Minutos después, Cruz se encuentra en su habitación, creyendo que, una vez más, ha logrado evadir las sospechas. Pero su confianza se desmorona en el instante en que los golpes en su puerta resuenan con fuerza.
La puerta se abre de golpe y el sargento Burdina entra acompañado por dos guardias. Con una mirada fría y determinada, pronuncia las palabras que sellan el destino de Cruz: “Señora Luján, queda usted arrestada por el intento de asesinato de su nuera y su nieto.”
El rostro de Cruz se descompone. Por primera vez, el miedo se apodera de su mirada. Intenta defenderse, alegando que todo es un error, pero su voz tiembla de desesperación. Las pruebas están en su contra.
Los guardias la sujetan con firmeza mientras la arrastran fuera de su habitación. La marquesa patalea, grita, pero es inútil. Su reinado de terror ha llegado a su fin.
Mientras tanto, Jana y Manuel se abrazan, sabiendo que, aunque la batalla aún no ha terminado, finalmente han dado el primer paso hacia la justicia. Pero, ¿será este realmente el final del peligro o todavía quedan amenazas ocultas en La Promesa?