La casa está envuelta en una atmósfera de duelo, pero la calma se rompe cuando María irrumpe con furia desatada. Su mirada es un dardo envenenado hacia Begoña, a quien acusa sin piedad: “Deja de fingir, Begoña, ese papel de viuda no te queda. Todos sabemos que tú y Jesús ya no estaban casados.” Begoña intenta contener la tormenta con una respuesta serena, pero su voz tiembla: “Hoy no es el día para hablar de mi matrimonio, María.” Sin embargo, estas palabras no calman el fuego, sino que lo avivan más.
María la ataca con ironía y resentimiento: “Claro, lo importante es mantener las apariencias, hacer creer que realmente lo querías, cuando en realidad estás feliz de que esté muerto.” La acusación es devastadora y Begoña, herida, le suplica que pare. Pero María no cede, lanzando aún más reproches: “Nadie se preocupó por Jesús, ni tú, ni la familia de la reina, ni los Merino. Todos lo odiaban, y lo sabes.”
Begoña, en un intento de mantenerse firme, le responde: “Podría devolverte la crueldad con la misma moneda, pero no lo haré.” María, desafiante, la incita: “¿Por qué no? Atrévete.” Pero Begoña se niega a caer en el juego, lo que solo enciende más la furia de María: “Siempre te has creído superior, pero ni siquiera ahora, con su cuerpo presente, eres capaz de mostrar humildad. ¡Jesús está en ese ataúd por tu culpa!”
Las palabras de María son la gota que colma el vaso. Con los ojos llenos de lágrimas, Begoña estalla: “¡Cállate, María! Hice todo lo que pude por salvar mi matrimonio, pero era imposible.” María la desafía una vez más: “Entonces, dime, ¿por qué?” Y, finalmente, Begoña confiesa, con la voz quebrada: “Jesús se convirtió en un hombre miserable que me golpeaba sin piedad.”
Pero antes de que pueda seguir, Damián entra en la habitación, con el rostro cargado de furia. Para él, su hijo era un santo, y no está dispuesto a escuchar la verdad. “¡Cómo puedes decir eso en voz alta! ¿No te das cuenta de que cualquiera podría haberte oído?” Begoña, abrumada, intenta justificarse, pero Damián la calla: “No vuelvas a mencionarlo jamás.”
Consciente de que ha cruzado una línea, Begoña se retira rápidamente, dejando tras de sí un silencio lleno de reproches. Pero la gran pregunta queda en el aire: ¿María tenía razón al enfrentar a Begoña, o fue demasiado cruel? ¿Damián está cegado por el amor a su hijo, o hay más detrás de su reacción? ¡Déjennos sus opiniones en los comentarios! 🔥