Pelayo no esperaba esta visita. Sentado en su despacho, de repente, Darío, su antiguo amor, aparece sin previo aviso. Con una sonrisa burlona y un aire de confianza, Darío lo saluda como si se tratara de un viejo amigo que no ha visto en años. Pelayo, claramente sorprendido y sin saber cómo reaccionar, responde con frialdad: “Darío…”
El reencuentro es tenso. Darío intenta abrazarlo, pero Pelayo mantiene la distancia, extendiendo solo su mano para un apretón formal. Hay una barrera entre ellos, una historia no resuelta que ambos fingen ignorar. Darío se acomoda y, tras un breve intercambio de palabras, menciona casualmente el motivo de su visita: de camino a Madrid, se topó con una noticia en el periódico que lo dejó impactado. Pelayo, su antiguo compañero, se había casado… y no con cualquiera, sino con Marta de la Reina, heredera de una familia poderosa.
Pelayo trata de mantener la compostura, pero la llegada inesperada de Marta interrumpe la conversación antes de que pueda procesar las palabras de Darío. Con naturalidad, Marta se presenta y saluda a Darío sin notar la tensión en la habitación. Sin pensarlo mucho, Pelayo la besa con un cariño repentino, como si quisiera demostrar algo. ¿A Darío? ¿A sí mismo? ¿O a ambos?
Darío observa la escena con incredulidad. El hombre que alguna vez conoció ahora está casado con una mujer… ¿pero por amor o por conveniencia?
