Marta está agotada, deseando que todo termine de una vez. Sin embargo, la pesadilla no ha hecho más que empeorar. La Guardia Civil ha concluido que Jesús podría haberse quitado la vida, una noticia devastadora que la deja sin aliento.
Fina, impactada, intenta consolarla, pero Marta se siente completamente destrozada. No puede comprender cómo su hermano llegó a ese extremo. Se pregunta por qué no pidió ayuda, pero inmediatamente se detiene—sabe que esas preguntas no tienen respuesta. Jesús ya no está para explicarse.
El sentimiento de culpa la invade. Quizás si hubiera prestado más atención, habría notado algo. Sin embargo, con Jesús nunca se sabía. Podía ser manipulador, podía decir la verdad… y ahora, nada de eso importa. Lo que la atormenta aún más es el momento en el que ocurrió. Marta le prohibió asistir a su boda, y fue en plena celebración cuando decidió quitarse la vida.
Fina intenta hacerla razonar. Jesús siempre fue una persona difícil, en constante conflicto con todos, incluso con su propia familia. Pero Marta no puede evitar el dolor. A pesar de todo, él era su hermano, y en el fondo, siempre lo quiso.
Fina la abraza, asegurándole que Jesús también la quería, que no debe dudarlo ni culparse. Pero las palabras de consuelo no son suficientes. Marta está rota, atrapada entre la tristeza y la culpa, sin saber si algún día podrá perdonarse.