María se encuentra en una situación desesperada tras ser rechazada por la familia De la Reina. No la dejaron asistir ni a la boda de Marta ni al entierro de Jesús, lo que la hace sentir completamente excluida. Llena de dolor, se pregunta si realmente la consideran indigna de ser la esposa de Andrés.
A pesar de las circunstancias, María no se rinde. Aunque sabe que ya no tiene un lugar en la casa, se aferra a la idea de que aún es la esposa de Andrés y que no pueden simplemente echarla a la calle. Sin embargo, siente que a su esposo le da igual su destino, y sufre al recordar que él ni siquiera se preocupó cuando supo que ella jamás podría ser madre. Su resentimiento la consume, y se da cuenta de que las inseguridades y la rabia la han convertido en alguien que no era antes de llegar allí.
A pesar de todo, alguien le tiende la mano y le asegura que no está sola. Aunque ha sido cruel con quienes la rodean, recibe el perdón de quien menos esperaba. Pero María no solo quiere palabras de consuelo, sino encontrar una forma de quedarse en la casa. Sabe que tiene que tomar el control de su destino y evitar que la alejen de todo lo que aún considera suyo.
Como parte de su plan, decide deshacerse de los recuerdos dolorosos de su bebé. Ordena donar toda la ropa y los enseres del niño a la casa cuna, convencida de que allí podrán aprovecharlo mejor. Pero, ¿será esto suficiente para cambiar su destino?