En uno de los momentos más emotivos y crudos de Sueños de libertad, el capítulo 287 nos entrega una escena cargada de verdad, vulnerabilidad y una pizca de esperanza. Fermín, con la voz entrecortada y los ojos empañados, se enfrenta a Damián con una confesión que lo deja completamente expuesto: su lucha con la adicción al éter y el dolor profundo que ha intentado anestesiar durante demasiado tiempo.
En un rincón del hospital, lejos del bullicio, Fermín abre su corazón y revela cómo el sufrimiento emocional lo llevó a un abismo. Explica que, en su desesperación, solo veía dos salidas: poner fin a su vida o refugiarse en el olvido temporal que el éter le ofrecía. Eligió la evasión, pero aquella falsa salida casi le cuesta la vida. La noche que ingirió una dosis excesiva terminó inconsciente, y de no ser por la rápida intervención de Luz y Begoña, hoy estaría muerto.
Damián, impactado por la magnitud del dolor de Fermín, apenas puede ocultar su angustia. Reconoce que una adicción es una condena silenciosa y devastadora. Le duele no haber prestado la suficiente atención cuando Fermín le compartía sus pesadillas y sus sombras del pasado. Culpándose por no haber sido un apoyo más sólido, Damián se enfrenta a su propio sentimiento de impotencia.
Pero Fermín, lejos de responsabilizarlo, asume sus actos con valentía. Le deja claro que la carga de sus decisiones es solo suya. Sin embargo, lo más alarmante aún estaba por revelarse: Fermín ha dejado de luchar por su vida. Siente que una parte de él ya no quiere seguir, que su voluntad se está apagando lentamente.
Ante esa confesión, Damián toma una decisión crucial. Cuando Fermín, derrotado, le pregunta si lo va a despedir, Damián responde con una fuerza inquebrantable: no. En lugar de señalarlo o apartarlo, le ofrece lo que más necesita: una segunda oportunidad. Le asegura que podrá regresar a su puesto cuando esté sano y fuerte nuevamente. Mientras tanto, lo acompañará paso a paso en su proceso de rehabilitación, dispuesto a sostenerlo si vuelve a caer.
Damián admite que nunca ha vivido una adicción, pero sí sabe lo que significa atravesar el infierno. Por eso, entiende mejor que nadie lo importante que es no estar solo. La escena culmina con un silencio esperanzador, una especie de tregua entre el dolor y la redención. Fermín, con los ojos húmedos, asiente con humildad y gratitud.
Este capítulo de Sueños de libertad nos recuerda que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay espacio para una nueva luz. Y a veces, todo empieza con alguien que decide no soltar tu mano.