La tensión crece en la empresa, y Marta ya no puede ocultar su preocupación. Junto a Damián, analiza con desconfianza la rápida consolidación de poder que Pedro está logrando. Todo comienza cuando Tasio llega para informar formalmente que el nuevo proyecto de Pedro deberá pasar por la aprobación de la junta directiva. Aunque cortés, Damián lo despide con cierta frialdad, consciente de que el joven ya no responde a ellos como antes.
Una vez a solas, Marta se desahoga. Le cuesta creer que Pedro, a quien considera un “cretino”, haya sido su amigo tantos años. Damián, aunque comparte parte de su disgusto, reconoce que Pedro ha logrado lo impensable: solucionar el caos que dejó Joaquín y hacerlo con eficiencia. Y eso, le guste o no, está ganándole el respeto de todos… incluso de Tasio.
El hecho de que Tasio se haya alejado de su órbita representa una amenaza directa a su poder. Damián admite que intentó reconquistarlo, pero el joven sigue herido. Quizás lo subestimaron, y ahora lo están pagando.
Para evitar que Pedro gane más terreno, Marta propone una nueva jugada: necesitan el apoyo de María. Sin embargo, las cosas no pintan bien. María está dolida y resentida, y para colmo, Pedro ya ha iniciado contacto con ella. Marta, alarmada, la llama “la reina de la manipulación” y teme que si Pedro logra sumarla a su bando, ellos quedarán completamente desplazados.
La conversación cierra con una advertencia clara: si Pedro y María se unen, serán imparables… y no dudarán en destruirlos.
