En el corazón del majestuoso Palacio de La Promesa, donde la historia y el silencio se entrelazan en un tapiz de poder y apariencias, un descubrimiento lo cambia todo. Lo que comenzó como un acto impulsado por el amor y la necesidad de justicia, se convierte en una bomba de tiempo que amenaza con destruir los cimientos de la familia Luján. La protagonista: Pía. La víctima: Jana. Y la sospechosa principal: Leocadia.

Cuando Pía, atormentada por la duda y la intuición de que algo oscuro rodea la supuesta muerte de Jana, decide abrir su ataúd con la ayuda del sargento Burdina, lo que encuentran deja a todos sin aliento: el ataúd está vacío. No hay cuerpo, ni huesos, ni rastro de descomposición, solo tierra y restos de tela manchados con fluidos extraños. Lo que parecía un entierro se revela como una monumental farsa.

La ausencia del cuerpo es solo el principio. Pronto, documentos médicos alterados, tratamientos sospechosos y la desaparición repentina del doctor Gamarra avivan la sospecha de una conspiración médica cuidadosamente orquestada. ¿Fue Jana realmente asesinada? ¿Está viva en algún lugar? ¿Y quién tenía tanto poder como para manipular informes, silenciar testigos y enterrar una mentira con tanto esmero?

Las respuestas comienzan a desvelarse con la reapertura oficial del ataúd por parte de la Guardia Civil. Burdina, respaldado por pruebas recogidas en secreto por Pía, inicia una investigación forense que pone en jaque a los miembros del palacio. Mientras tanto, Petra, aterrada por los rumores que circulan entre los sirvientes, corre a advertir a Leocadia. La reacción de esta no deja lugar a dudas: hay mucho que ocultar.

Leocadia, desesperada por no perder el control, activa su plan más retorcido. Ordena vigilar a Pía, desatar rumores sobre su supuesta traición y desacreditarla antes de que su voz alcance a quienes podrían escucharla. Pero ya es tarde. La verdad avanza como una avalancha.

En otro rincón del palacio, Manuel —consumido por el dolor de la pérdida de Jana— empieza a notar que algo no encaja. Su encuentro con Leocadia, teñido de dobles sentidos y evasivas, lo deja aún más convencido de que su amada no murió de forma natural. Los rumores, la falta de respuestas y el brillo de rabia fugaz en los ojos de Leocadia refuerzan sus sospechas.

Y entonces, un nuevo giro: una carta anónima llega al palacio. Una frase apenas escrita con letra temblorosa: “Busquen en el sanatorio de Santa Eugenia. Jana sigue luchando.” El corazón de Manuel se acelera. ¿Podría ser cierto? ¿Está Jana viva, retenida en algún lugar, aún esperando ser rescatada?

Mientras tanto, la tensión se apodera de La Promesa. Los criados murmuran, los señores desconfían, y la presencia constante de la Guardia Civil transforma cada rincón del palacio en una escena de sospecha. En un amanecer gris, el escándalo alcanza su clímax: Leocadia es arrestada públicamente, acusada de participar en la desaparición y posible intento de asesinato de Jana.

El silencio sepulcral del salón es roto por el sargento Burdina cuando revela que pruebas forenses indican la manipulación médica y la posible intoxicación de Jana antes de su desaparición. El sobre blanco que lleva contiene documentos que podrían cambiar el rumbo de todos los involucrados.

Ahora, todo está en juego. La imagen de Leocadia, símbolo de autoridad y elegancia, se desmorona ante la mirada atónita de criados y nobles por igual. Manuel, con los ojos llenos de lágrimas y esperanza, jura no descansar hasta encontrar a Jana. Y Pía, lejos de sentirse vencida, se prepara para enfrentar la represalia de quienes aún se esconden en las sombras.

Pero la historia no termina aquí. El misterio del paradero de Jana, la profundidad de la red de mentiras y la magnitud de la traición están aún por revelarse. Porque en La Promesa, la verdad tiene un precio, y ahora que ha comenzado a emerger desde el ataúd vacío, nadie estará a salvo de sus consecuencias.

¿Sobrevivirá Jana para contar su historia? ¿Logrará Manuel encontrarla antes de que sea demasiado tarde? ¿Caerán todos los culpables o el palacio volverá a enterrar sus pecados bajo la alfombra de la nobleza? Solo una cosa es segura: La Promesa jamás volverá a ser la misma.