La oscuridad cae sobre la mansión de los Merino, pero el verdadero eclipse está en los corazones de sus habitantes. El capítulo 290 de Sueños de Libertad se convierte en un campo minado de secretos, decisiones desgarradoras y traiciones que amenazan con destruir todo lo que aún queda en pie. Marta, una mujer marcada por la pérdida y el sufrimiento, toma una decisión radical que sacude los cimientos del poder… sin saber que uno de los hombres en los que más confía ya ha puesto en marcha una traición que podría cambiarlo todo: Pelayo, el hombre que le sonríe de frente, conspira en las sombras con Damián.
Todo comienza con una mañana tensa en la mansión. El aire se corta con cuchillo. En el hospital, los médicos hacen lo imposible por estabilizar a Luis, cuya vida pende de un hilo. El perfumista ha sido víctima no solo del destino, sino también de los errores del pasado, y ahora su cuerpo lucha por resistir. Gema, rota por dentro, no puede disimular su angustia, mientras Luz, siempre observadora, not a su comportamiento errático. Sin embargo, Joaquín le resta importancia… aunque detrás de sus palabras hay algo que no encaja, algo que oculta, y que podría estallar en cualquier momento.
La familia Merino, desgarrada por el dolor, también es presa de sus propias mentiras. En un rincón apartado, Damián convoca a sus hijos. Les revela una verdad escalofriante: durante todo este tiempo, han mantenido en secreto que Luis sufre de anosmia —la pérdida total del olfato—, un golpe demoledor para un hombre cuya vida gira en torno a las fragancias. Esta confesión es una señal más de la decadencia que corroe a la familia desde dentro. Pero Damián no está dispuesto a esperar más. Sabe que deben actuar ya, antes de que sea demasiado tarde.
Con frialdad y determinación, propone un plan arriesgado: derrocar a don Pedro. El patriarca ha gobernado sus vidas con puño de hierro, pero ha llegado la hora de romper sus cadenas. Marta, herida por la reciente muerte de su hermano Jesús y viendo a Luis al borde de la muerte, acepta el desafío. Pero no se detiene allí. Decide cambiar su testamento. Por primera vez en su vida, piensa en ella, en su felicidad, en Fina, la mujer que ama en silencio. Marta quiere protegerla y darle el lugar que merece en su herencia. Un acto de amor… que desata un vendaval.
Pelayo, enternecido en apariencia, escucha los planes de Marta con gesto comprensivo. Pero en su interior, el cálculo es frío. Esa decisión lo descoloca. Le resulta peligrosa. Si Marta altera el testamento, si cambia las reglas del juego… todo lo que ha planeado podría venirse abajo. Y entonces actúa. No con una discusión ni con un enfrentamiento, sino con algo mucho peor: una traición silenciosa.
Pelayo contacta con Damián a espaldas de Marta. Juntos, comienzan a urdir un plan para sacar a don Pedro del poder, sí… pero no con las intenciones nobles que Marta cree. Ambos buscan lo mismo: asegurarse un lugar privilegiado en el nuevo orden, sin importar a quién deban aplastar por el camino. El doble juego de Pelayo es despiadado. Mientras abraza a Marta y le promete apoyo, en la sombra firma su condena.
Y mientras tanto, don Pedro no se queda de brazos cruzados. Más astuto que nunca, busca aliarse con Digna. Con palabras dulces y promesas calculadas, intenta convencerla de casarse con él. Sabe que una boda le devolvería legitimidad y poder en medio de la tormenta. El anciano no ha perdido su olfato para el poder… aunque en esta ocasión, el amor es solo un disfraz.
La tensión no se limita a los juegos de poder. En el hospital, Luis sufre una crisis inesperada: convulsiones, un colapso repentino. Los médicos se ven obligados a operarlo de urgencia. La situación es crítica. Y entre los pasillos, la culpa comienza a buscar culpables. Joaquín, atormentado por lo que sabe, no puede seguir callando. Con lágrimas en los ojos, confiesa que fue Jesús, su propio hermano, quien provocó indirectamente el estado de Luis con sus acciones impulsivas y temerarias. Esta revelación sacude a los hermanos. La herida aún abierta de la muerte de Jesús ahora sangra con rabia y culpa.
En medio del caos, los sentimientos también se desbordan. María y Begoña mantienen una tregua por el bien de Julia, pero es frágil, quebradiza. Las miradas tensas y las palabras medidas lo dicen todo: la rivalidad sigue ahí, latente, esperando estallar. María, además, vive una revolución interna: comienza a sentirse atraída por Raúl, un joven que despierta en ella emociones que creía enterradas. Algo nuevo nace en su corazón… justo cuando todo a su alrededor se desmorona.
Claudia, por su parte, recibe un golpe inesperado. Gaspar le revela que su tía Manuela tiene una relación con él. La noticia la deja en shock. No solo por el vínculo, sino por lo que implica: los secretos no dejan de multiplicarse en los rincones más íntimos de su mundo.
Y entre todos estos fuegos cruzados, brilla la gran traición: Pelayo. El mismo hombre que Marta creyó tener de su lado, ya ha sellado un pacto con Damián. El objetivo es claro: si don Pedro cae, la balanza del poder cambiará. Pero Pelayo no quiere justicia ni redención. Quiere control. Y para eso, está dispuesto a sacrificarlo todo… incluso a Marta.
La familia Merino, rota y tambaleante, aún se aferra a la esperanza. Esperan que Luis sobreviva. Que la verdad salga a la luz. Que alguien detenga la espiral de mentiras. Pero la pregunta que flota en el aire es inevitable: ¿descubrirá Marta la traición de Pelayo? ¿Caerá don Pedro por fin… o su astucia lo sacará una vez más del abismo?
El próximo capítulo de Sueños de Libertad promete ser una batalla sin cuartel. Las lealtades se rompen, los secretos se revelan y la lucha por el poder alcanza un punto de no retorno. La guerra ha comenzado… y nadie saldrá ileso.
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