En Sueños de Libertad, la emoción de Julia brilla más fuerte que nunca. La pequeña no puede ocultar su felicidad mientras gira sobre sí misma, haciendo que su vestido nuevo ondee en el aire como si fuera el de una auténtica princesa. Con los ojos brillando de entusiasmo, Julia no deja de admirarse en cada espejo que encuentra, tocando suavemente la tela con sus manos, fascinada por cómo se mueve al ritmo de sus pasos.

“Parezco una princesa de verdad”, dice, con una sonrisa que ilumina todo a su alrededor. Cada detalle del vestido la maravilla: el vuelo de la falda, los delicados bordados, el color que resalta su alegría infantil. Para ella, todo ha valido la pena. Haber mandado hacer el vestido a medida, en lugar de conformarse con uno cualquiera de tienda, fue una decisión acertada. Siente que, por fin, todo encaja en su sueño.

Una y otra vez, Julia da las gracias a María, quien no ha dejado de acompañarla en este proceso. Entre risas y suspiros de felicidad, la niña se compara con la Cenicienta de su cuento favorito: “Antes tenía arapos y ahora tengo este vestido hermoso… y pronto tendré zapatos de cristal”. Julia siente que es la reina de la noche, que todos los ojos se posarán en ella cuando suba al escenario.

María, llena de ternura y orgullo, la contempla como si también ella estuviera cumpliendo un sueño. Con una voz suave, le asegura que cada día Julia lo hace mejor, que todo saldrá perfecto. La anima diciéndole que, en el ensayo general, podrá comprobarlo con sus propios ojos: ella es la verdadera Cenicienta, no como aquella otra niña —una insinuación sutil de que hay cierta competencia entre las pequeñas actrices.

Con una chispa de complicidad, María le pregunta a Julia si sabe qué le falta para completar su transformación en princesa. La niña se queda pensativa, hasta que María le recuerda que todavía necesita unos zapatos dignos del vestido. Julia asiente con entusiasmo: no puede ser una princesa sin los zapatos adecuados.

María, siempre lista con una solución, le dice que conoce una tienda en Toledo donde tienen el par perfecto, unos zapatos que parecen sacados de un cuento de hadas. Sin perder tiempo, le propone llamar al chófer para que las lleve de inmediato a la ciudad. La idea de un pequeño viaje improvisado en busca de los “zapatos mágicos” enciende aún más la emoción de Julia, quien salta de alegría ante la perspectiva.

En ese momento, Begoña interviene brevemente, recordándole a su hija que habían planeado hacer galletas junta’s para llevar al colegio. Pero Julia, en su burbuja de ilusión, responde que quizá puedan llevar otra cosa o incluso comprar algo ya hecho. María, siempre dispuesta a respaldarla, le dice que puede llevar lo que más le guste para sus amigas, dándole así la libertad de decidir.

Entre risas y planes, Julia pregunta cómo le arreglarán el pelo para la función. María, con una sonrisa cómplice, le dice que tiene muchísimas ideas y que, si quiere, pueden hacer una prueba para escoger el mejor peinado. Julia acepta emocionada y propone también aprovechar el viaje a Toledo para comprar buñuelos, de esos dulces que tanto gustan a sus amigas, y llevarlos como un detalle especial.

La tarde se llena de promesas y pequeños sueños cumplidos. Julia, en su inocencia, se siente más cerca que nunca de esa noche mágica que ha imaginado una y otra vez. Antes de salir, le recuerda a María que después del paseo deben dejarla en casa de Rita para ensayar la escena de los ratones. María le asegura que puede darlo por hecho: no piensa fallarle ni en el más pequeño detalle.

La escena se cierra con ambas saliendo juntas, felices, como si compartieran un secreto que solo ellas dos entendieran. Julia, envuelta en su vestido de ensueño, y María, protegiendo y alimentando su ilusión, caminan hacia una aventura más en Sueños de Libertad.

Pero bajo la alegría radiante, quedan flotando pequeñas señales que los ojos inocentes de Julia no ven: las intenciones ocultas de María, el leve gesto de desaprobación de Begoña, las promesas silenciosas que quizás tengan un precio más alto del que una niña debería pagar.

La magia, por ahora, cubre todo como un velo brillante. Julia se siente invencible, hermosa, lista para conquistar el escenario y los corazones de todos. Y mientras la pequeña sueña con ser Cenicienta, Sueños de Libertad nos recuerda que incluso los cuentos de hadas pueden tener rincones oscuros, esperando el momento oportuno para revelarse.

Así, la historia sigue su curso, envolviendo a sus personajes en la dulzura de la esperanza y en la sombra sutil de los secretos.

¿Quieres que también te prepare otra versión más enfocada en la parte oculta de María, como si fuera un “cuento bonito con tensión latente”? 🎭✨