En los próximos capítulos de La Promesa, la tensión alcanzará su punto máximo cuando Catalina, finalmente decidida y valiente, convoque a su padre y a toda la familia para revelar una verdad que ya no puede seguir ocultando. Delante de todos, Catalina anunciará que Adriano es el verdadero padre de sus hijos, y además dejará claro que a partir de ahora formará parte de sus vidas de manera oficial.
La confesión dejará a toda la familia boquiabierta. Los susurros y miradas de sorpresa recorrerán el salón como un vendaval. Pero lejos de ocultarse, Catalina se mantendrá firme, mostrando el gran amor que siente por Adriano y la determinación de unirse a él contra viento y marea.
En un primer momento, Don Alonso, cansado de tantos conflictos familiares, reaccionará de una manera inusualmente comprensiva: les dará su bendición para casarse. Esta inesperada actitud dejará a Catalina y Adriano radiantes de felicidad. Después de tantos obstáculos, parecía que por fin podrían construir su vida juntos.
Sin embargo, la alegría durará poco.
Mientras Catalina y Adriano sueñan con su boda y un futuro en familia, las sombras comienzan a moverse dentro del palacio. Doña Leocadia, siempre moviendo los hilos desde la oscuridad, no tardará en actuar. A Leocadia no le agrada nada la idea de que una Luján se una a un simple labriego, temiendo por su reputación y la posición social de la familia.
Con astucia, Leocadia sembrará dudas en la mente de Don Alonso, manipulándolo con sus típicas intrigas. Le hará creer que permitir esa boda podría ser perjudicial para el apellido Luján y, sobre todo, para la imagen del palacio ante la alta sociedad.
Influenciado por sus palabras y presa de sus propias inseguridades, Don Alonso cambiará radicalmente de opinión.
En una reunión cargada de tensión, se enfrentará a Catalina y Adriano para comunicarles una dolorosa decisión: les prohíbe casarse.
La noticia caerá como una bomba.
Catalina, herida y furiosa, no podrá creer que su propio padre le niegue el derecho a ser feliz, sobre todo después de haberle dado su palabra. Llorando de rabia, le reprochará la hipocresía y el clasismo que todavía rige sus decisiones.
Por su parte, Manuel también se sentirá profundamente molesto. Él recordará con amargura que cuando quiso casarse con Jana, su padre también se opuso con toda su fuerza. Y ahora verá cómo, una vez más, los prejuicios sociales arruinan la felicidad de sus seres queridos.
Mientras tanto, Leocadia celebrará en silencio su victoria, sin sospechar que ha encendido una chispa que podría incendiar toda la finca.
Ante la prohibición de Alonso, a Catalina y Adriano solo les quedarán dos opciones:
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Aceptar resignadamente la voluntad del marqués.
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O rebelarse y marcharse lejos, construyendo su vida junto a sus hijos, lejos de la sombra de La Promesa.
La decisión no será fácil. Ambos saben que abandonar el palacio significaría renunciar a una vida de privilegios, pero también ganar su libertad para amarse sin cadenas ni condicionamientos.
Y mientras la tensión crece, todo parece indicar que Catalina optará por luchar por su felicidad. ¿Será capaz de romper definitivamente con su familia? ¿O Don Alonso, al ver a su hija dispuesta a marcharse para siempre, dará finalmente su brazo a torcer?
Una cosa es segura: en La Promesa nada es sencillo y el amor verdadero siempre tiene que enfrentarse a pruebas durísimas.
Catalina y Adriano están a punto de iniciar la mayor batalla de sus vidas: luchar por su derecho a ser felices, aunque eso implique desafiarlo todo.