La noche cae con una calma engañosa sobre la casa, pero en su interior se libra una guerra silenciosa que amenaza con destruirlo todo. En este nuevo y devastador avance de Sueños de libertad, María, consumida por el rencor y las heridas no cerradas del pasado, toma una decisión drástica que podría arruinar el futuro de Julia y quebrar para siempre la aparente reconciliación de la familia.
Todo comienza con un momento de tregua. Damián se encuentra en el salón, envuelto por la melancolía de una vieja melodía. Su mirada se pierde en los recuerdos, cuando Andrés irrumpe con una tímida sonrisa. Viene de una cena significativa: Julia lo ha perdonado, y por primera vez en mucho tiempo, la esperanza se asoma en sus palabras. Mañana asistirán juntos a la función escolar de La Cenicienta, con Julia como protagonista. Damián, emocionado, promete no perdérselo. Ambos hombres comparten un breve instante de orgullo y unión, sin saber que están a punto de ser aplastados por una tormenta.
La tormenta tiene nombre: María.
Ella aparece de pronto en el marco de la puerta, su voz empapada de sarcasmo y resentimiento. “Menuda hipócrita has hecho, querido”, lanza con una risa venenosa, rompiendo de golpe la burbuja de paz que intentaban construir. María revela que fue ella quien consiguió el papel protagónico para Julia. Ni Andrés ni Begoña —recalca con desdén— movieron un dedo, pero ahora se pavonean como si fueran los héroes de la historia.
Andrés intenta calmar las aguas, pero María está decidida a incendiarlo todo. Los acusa de cínicos y les exige que no asistan a la obra de teatro. “¿Con qué cara vais a aplaudir?”, espeta con rabia. Damián, aunque mantiene la compostura, se ve obligado a enfrentarse a ella. Le recuerda que las reglas han cambiado: Julia ya no está bajo su tutela.
La noticia la golpea como una daga: el juzgado está a punto de aprobar que Damián tenga la custodia legal de la niña. La furia en sus ojos es palpable. María no puede creer que, después de todo lo que ha hecho, se le castigue de esa manera. Andrés no se contiene más y lanza una verdad incómoda: ser madre implica mucho más que hacer favores en un colegio. Implica estar, cuidar, amar… y eso es algo que María nunca ha sabido dar.
El intercambio se intensifica. María, fuera de sí, grita que todo se reduce a una comparación constante con Begoña. Para ella, su fracaso como madre está escrito en la sombra de una mujer que, aunque herida, jamás usó a su hija como arma. Andrés la enfrenta con frialdad: Begoña es la madre de Julia, y punto. María debería dejar de medirse con ella y, en su lugar, empezar a actuar con responsabilidad.
Pero lo peor está por llegar.
Damián le recuerda que, por el momento, María sigue siendo la administradora de la herencia de Julia, y que cada decisión que tome podría afectar el porvenir de la niña. Entonces María, desafiante, lanza su bomba: ha recibido una oferta —muy generosa— para vender las acciones. ¿El comprador? Don Pedro.
Damián palidece. “¿Vas a vender el futuro de Julia?”, pregunta incrédulo. María responde sin pestañear: Don Pedro le ha ofrecido el doble del valor de mercado. Para ella, eso basta. Damián intenta razonar con ella, incluso le ofrece la misma cantidad y un 10% más. Pero nada funciona. María está decidida, su rostro es un muro impenetrable. “Ni aunque me ofreciera un millón de veces más, aceptaría su oferta”, sentencia, con frialdad.
Es un golpe mortal. Don Pedro ha sido el enemigo silencioso, la amenaza oculta tras bambalinas. Si se hace con las acciones, tendrá el control de la fábrica y de todo lo que representa para Julia. Andrés, consciente de esto, explota: todo esto es una venganza. María quiere verlo destruido a él y a Begoña, y está dispuesta a usar a una niña para conseguirlo.
Y quizás, lo más doloroso de todo, es que María no lo niega.
Con cada palabra, con cada decisión, se entierra más en el barro de su propia amargura. Dice pensar en el futuro de Julia, pero en realidad está alimentando su necesidad de hacer daño. La promesa de una generosa suma de dinero, el deseo de castigar a quienes considera responsables de su desgracia, y su obsesión por tener el control han oscurecido su juicio por completo.
El episodio termina con un silencio atronador. María se retira dejando tras de sí una familia desgarrada, un futuro incierto y un negocio familiar a punto de caer en las manos equivocadas. La pregunta que queda en el aire es tan sencilla como devastadora: ¿podrá alguien detenerla antes de que sea demasiado tarde?
El destino de Julia cuelga de un hilo, y todo dependerá de lo que ocurra en los próximos días. ¿María realmente venderá las acciones a Don Pedro? ¿Lograrán Damián y Andrés impedirlo? ¿Qué papel jugará Begoña cuando descubra lo ocurrido?
El futuro no está escrito, pero lo cierto es que María ha desatado una tormenta que podría arrasar con todo.
Déjanos en los comentarios qué crees que pasará. ¿Hay redención para María? ¿Merece una segunda oportunidad? ¿O ya ha cruzado una línea sin retorno?
Gracias por acompañarnos en este explosivo avance de Sueños de libertad. Te esperamos muy pronto con más revelaciones.