En el capítulo 597 de La Promesa, el regreso de Lisandro de Carvajal y Cifuentes, Duque y mano derecha del rey Alfonso XIII, provoca un vuelco total en la vida del palacio. Su llegada no es simplemente una visita de cortesía: su presencia impone temor, despierta antiguos resentimientos y obliga a todos a actuar con la máxima precaución.
La familia Luján se esfuerza por recibirlo con todos los honores, cuidando cada gesto y detalle para impresionar al noble invitado. Sin embargo, el servicio no comparte ese entusiasmo. Los recuerdos amargos de los desplantes de la familia Carvajal y Cifuentes aún pesan, especialmente entre los más veteranos del personal.
Leocadia se muestra visiblemente afectada por la reaparición de Lisandro, mientras Lorenzo, como es habitual, aprovecha la ocasión para alardear de su cercanía con la Casa Real y del poder del Duque, que no solo es influyente por su linaje y fortuna, sino también por su papel como confidente del monarca.
Las sospechas sobre la verdadera razón de la visita no tardan en surgir: muchos creen que Lisandro ha sido enviado para confirmar que se están cumpliendo ciertas órdenes provenientes de palacio. Las directrices parecen tener como objetivo a Curro. Ante esta amenaza inminente, don Alonso y doña Leocadia imponen una regla clara: todos los habitantes del palacio deberán actuar con absoluta discreción durante la estancia del Duque.
Pero la armonía no tarda en romperse. Manuel se rebela contra la idea de someterse a un hombre sin escrúpulos que juega con el destino de otros, y Catalina, con la misma determinación de siempre, se niega a esconder su matrimonio con Adriano y la existencia de sus hijos, a pesar del riesgo que eso conlleva.
Mientras tanto, Curro y Lope retoman su investigación sobre la misteriosa joyería relacionada con la muerte de don Pedro. Aunque su última visita no les aportó información útil, deciden regresar en busca de pistas. Curro intenta impedir que Ángela los acompañe, pero ella, decidida como siempre, aparece de improviso en la tienda haciéndose pasar por su prometida ante la joyera, Trinidad.
En otro rincón del palacio, Ricardo logra finalmente que Rómulo le revele su versión de los hechos del pasado que lo vinculan con Emilia, arrojando luz sobre secretos largamente guardados. Al mismo tiempo, Eugenia, cansada de la indiferencia de Lorenzo, toma la iniciativa para cambiar su situación. No solo confronta a su marido, sino que además solicita a don Alonso que le permita viajar a Veracruz para ver a su hermana Cruz, quien sigue presa.
Pero el momento más impactante del capítulo llega cuando se produce el encuentro que todos temían. Durante una conversación tensa entre Lisandro y Martina —quien en su momento fue candidata a convertirse en su nuera—, Curro entra al salón como sirviente. Sin saberlo, camina directo hacia el desastre.
Lisandro lo reconoce de inmediato. El joven, que debía permanecer oculto, se convierte en el centro de atención de la figura más peligrosa que ha pisado La Promesa en mucho tiempo. En ese instante, la amenaza ya no es una posibilidad: es una certeza.
Lisandro no necesita pronunciar muchas palabras. Su mirada lo dice todo. Curro ha sido descubierto, y con ello, todas las precauciones tomadas por la familia Luján se desmoronan.