La tensión en La Promesa alcanza un punto crítico. La injusta expulsión de Petra Arcos ha desencadenado una ola de sospechas que envuelven tanto al servicio como a los señores. En el centro del conflicto está el padre Samuel, cuya férrea defensa de Petra despierta dudas: ¿está siendo manipulado, o guarda un secreto capaz de destruir su vocación?
La verdad emerge con dolor: Samuel confiesa ser él mismo el autor de la misteriosa carta enviada al obispado. No se trataba de una denuncia contra él, sino de una confesión personal, un acto de redención por un pecado del pasado. Petra, sin conocer su contenido, solo fue la mensajera. Su silencio, por proteger su alma y el sigilo espiritual, terminó provocando su despido. Samuel, entre lágrimas, asume su responsabilidad: Petra es inocente, y él fue cobarde por no hablar antes.
Mientras el sacerdote enfrenta las consecuencias de su secreto, otro peligro se cuece en los rincones de la mansión. Pía Adarre, convencida de que Ricardo, el nuevo mayordomo, está encubriendo al verdadero envenenador de Jana, se embarca en una misión clandestina. Logra entrar en el despacho de Ricardo y recuperar la caja de la joyería Llop, creyendo que allí encontrará la pulsera comprometida.
Lo que encuentra es peor: dentro, un frasco diminuto contiene cianuro, el mismo veneno usado contra Jana. La revelación es escalofriante. Ricardo no está investigando nada, está ocultando pruebas. La sospecha de Pía se transforma en terror: ¿es él el verdadero culpable, o protege a alguien más?
En otro rincón de La Promesa, el dolor toma otra forma. Simona descubre, gracias a Manuel, que Toño y Norberta nunca estuvieron casados. Todo lo que él le había contado fue una mentira. Simona, devastada, se refugia en Candela, quien la consuela con firmeza y promesas de justicia.
En este capítulo marcado por confesiones y traiciones, cada personaje enfrenta las consecuencias de sus decisiones. Los lazos de confianza se rompen, las verdades salen a la luz, y una nueva amenaza se cierne sobre La Promesa. Una carta misteriosa, con un símbolo enigmático, llega a manos de Manuel y Toño, anunciando el inicio de un juego macabro que pone en riesgo todo lo que creían conocer.
La oscuridad se cierne sobre la mansión. La noche no ha hecho más que empezar. Y nadie está a salvo.