La tarde del domingo se vuelve el escenario perfecto para analizar a uno de los personajes más polémicos de La Promesa: Leocadia de Figueroa. Y es que, aunque no haya capítulo el lunes, los seguidores de la novela no se quedan sin contenido: esta vez, nos adentramos en la mente de una mujer que ha pasado de ser una simple invitada forzada, a la figura más temida –y odiada– del palacio de los Luján. El rechazo hacia ella, incluso, ha superado al que en su día generaba doña Cruz.

Leocadia ya no se esconde. Ha dejado atrás toda apariencia y ahora lanza sus ataques sin filtros, sin disimulo. Frases como “dais asco”, que suelta con frialdad, no son simple arrogancia: son declaraciones de guerra emocional. La hemos visto despreciar abiertamente a Petra y tratar con absoluto desdén a Enora, quien apenas intenta hacerse un hueco en el taller. Y lo más cruel: ha humillado públicamente a Ricardo, degradándolo sin piedad y reemplazándolo por un nuevo y siniestro mayordomo, Cristóbal Ballesteros.

Este Ballesteros no es un simple mayordomo. Llega con instrucciones claras y bajo la protección directa de Leocadia. Representa su poder en la sombra, su brazo ejecutor. Elegante por fuera, pero frío y severo, será quien imponga una disciplina implacable entre el servicio, comenzando por Petra, que sufrirá en carne propia lo que implica tener a esta dupla mandando.

Leocadia ahora lo controla todo: desde las decisiones empresariales de Manuel, hasta los presupuestos, las bodas, los nuevos contratos y hasta las alianzas estratégicas dentro y fuera del palacio. Incluso esta semana regalará un coche a Alonso, el marqués, como si intentara comprar su aprobación con lujos. Su control, sin embargo, empieza a mostrar grietas. Ángela, su hija, se le rebela poco a poco, harta del desprecio de una madre que ya no la trata como tal. Leocadia, lejos de protegerla, parece querer borrarla del mapa, enviándola forzosamente a Suiza.

Pero Ángela no está dispuesta a ceder. Su creciente vínculo con Curro, a quien Leocadia detesta, refuerza su rebeldía. La tensión entre madre e hija se intensifica, y lo que parecía una relación rota ahora se convierte en un campo de batalla emocional. La joven ya no le teme, y ese rechazo comienza a dejar a Leocadia sin aliados.

Catalina también se planta. Esta semana, veremos cómo le dice las verdades a la cara en plena mesa del comedor, marcando límites y dejando claro que los Luján no seguirán tolerando sus imposiciones. El enfrentamiento promete ser uno de los momentos más intensos de los próximos capítulos.

Por si fuera poco, la alianza de Leocadia con el Capitán de la Mata, al que muchos llaman ya el “capitán garrapata”, empieza a resquebrajarse. Ambos compartían un plan oscuro para manipular desde las sombras, pero las cosas no salen como esperaban. Las diferencias entre ellos se acentúan y no tardarán en estallar. Esta batalla entre dos villanos promete grandes escenas, donde los trapos sucios se lavarán a gritos.

La ambición desmedida de Leocadia apunta más allá del control económico o social. Quiere gobernar todos los aspectos de la Promesa, moldearla a su gusto, como si el palacio fuera su propia finca. Y si alguien se interpone, no duda en eliminarlo. Muchos recuerdan aquel sospechoso accidente de Curro durante un picnic… ¿fue una simple casualidad, o también estaba ella detrás?

Su manejo del presupuesto para la boda de Rómulo y Emilia fue otra señal de su tiranía: recortes bruscos y decisiones autoritarias sin consultar con nadie. El gesto de regalar un coche al marqués parece una forma de manipular voluntades, de blindarse con favores materiales. Pero el precio de tanta ambición empieza a pasarle factura.

En el servicio, Petra, eterna traidora para muchos, empieza a sentirse incómoda. Ballesteros no respeta jerarquías ni simpatías. Con mano dura impone un nuevo orden, y ni siquiera ella, tan cercana a Leocadia en otros tiempos, logra sentirse segura.

Mientras tanto, la tensión con Ángela aumenta. La joven está al límite y su amor por Curro le da fuerza para enfrentarse a su madre. Y ya sabemos que el amor mueve montañas… incluso contra figuras tan autoritarias como la postiza. Sí, porque muchos la llaman así: la postiza, una mujer que se ha incrustado en el núcleo del poder sin ser realmente parte de él.

Esta semana veremos cómo esa máscara, ya caída, deja al descubierto a una mujer sola, manipuladora, peligrosa… pero también vulnerable. Porque aunque Leocadia se crea intocable, su imperio empieza a desmoronarse.

La pregunta ahora es: ¿buscará nuevos aliados? ¿Volverá a acercarse a Lorenzo o al capitán para reorganizar sus fuerzas? ¿O veremos su caída definitiva tras enfrentarse a todos?

Mientras tanto, Cristóbal Ballesteros seguirá actuando como su herramienta más eficaz para mantener el control del personal. Pero en un ambiente tan caldeado, cualquier chispa puede encender un incendio.

Lo cierto es que Leocadia ya no tiene escapatoria: la resistencia crece dentro y fuera del palacio, y ni su dinero ni sus artimañas parecen ser suficientes para mantenerlo todo bajo control. La Promesa se le escapa entre los dedos, y cada paso en falso la acerca más a su ruina.

Y tú, ¿crees que a la postiza le queda poco tiempo en el palacio, o aún tiene cartas por jugar? La guerra está declarada. Que no haya capítulo el lunes no significa que no haya intrigas. Como siempre, tu Gustav te acompaña con vídeos nuevos en ambos canales: uno por la mañana, otro por la tarde. La Promesa no se detiene. Y Leocadia, tampoco… por ahora.