Cedió, finalmente, a la insistencia de sus compañeros y se unió al brindis. Enora, con los ojos brillantes, habló de su amor por los motores, de la pasión que heredó de su tío. Contó que era hija única, que perdió a sus padres cuando era apenas una niña, y que el taller familiar fue su refugio, su escuela y su templo. Sus palabras, cargadas de ternura inesperada, conmovieron a Manuel. En ella vio reflejado su propio anhelo: construir algo que trascendiera.

Catalina y Adriano se mostraron destrozados en ‘La Promesa’

Mientras tanto, en ‘La Promesa‘, la angustia se adueñó de la casa. Rafaela no mejoró. La fiebre siguió en ascenso y su respiración se volvió más frágil. Catalina y Adriano vigilaron su lecho con ojos desvelados. Martina corrió de un lado a otro buscando remedios caseros, sin éxito. Ángela, temiendo que se tratara de una dolencia pulmonar, decidió apartar a Andrés y se ofreció a cuidarlo en otra habitación. María la acompañó sin dudarlo. Todo el servicio se volcó, mientras los señores de la casa apenas respiraron de la preocupación.

El regalo envenenado de Leocadia en ‘La Promesa’

Alonso, desesperado, intentó contactar con los médicos del pueblo. Pero nadie acudió. El barón de Valladares había extendido su amenaza como una sombra: quien se acercara a La Promesa, lo haría bajo su propio riesgo. Leocadia, ajena al drama, sorprendió a Alonso con la compra de un automóvil. “Un marqués sin coche no está a la altura de su título”, dijo con una sonrisa traviesa. Alonso intentó rechazar el regalo, pero ella insistió: era su forma de agradecerle todo lo que había hecho por ella.

Esa misma tarde, Lope regresó con noticias turbias. Lorenzo se había reunido con don Gonzalo antes de que alguien incendiara el cuaderno. Curro no dudó: el capitán De la Mata estaba detrás del atentado… y del envenenamiento de Jana. Ángela, al enterarse de que Curro seguía investigando a escondidas, se sintió herida. ¿Por qué no confió en ella.