En un momento de calma e intimidad, Marta se encuentra sola en su despacho contemplando con atención una serie de fotografías. No son imágenes cualquiera: las ha tomado Fina recientemente y hay algo en ellas que despierta admiración, no solo por su belleza sino también por la historia que empieza a tejerse en torno a ellas. Mientras Marta examina las fotos con una mezcla de orgullo y sorpresa, la tranquilidad de la escena se ve interrumpida por una suave llamada a la puerta. Es Pelayo, que entra con su habitual delicadeza, saludándola con una mezcla de ternura y complicidad.
Pelayo menciona que, al despertarse, no la encontró en casa. Marta le explica que se levantó temprano y procuró no hacer ruido para no despertarlo, sabiendo que se había acostado tarde la noche anterior. Sin perder tiempo, ella le pregunta por su reunión con Miguel Ángel Vaca. Pelayo responde que la conversación fue larga pero cordial, y que Vaca aprovechó la ocasión para discutir temas legales que también la implican a ella directamente.
Con voz serena, Pelayo le explica que, si llega a ser gobernador, deberá mantener una imagen impecable. Sus negocios hoteleros, que hasta ahora han funcionado sin cuestionamientos, podrían ser interpretados como conflictos de interés. Vaca, preocupado por la transparencia, le advirtió que no puede permitirse ninguna relación comercial que pueda generar sospechas, y eso incluye también a Marta y a su familia. Él insiste en que su carrera política debe estar completamente libre de sombras, y que tanto él como Marta deben actuar con máxima precaución.
Marta lo escucha con atención y asiente, comprendiendo la seriedad del asunto. Le asegura que ni ella ni su familia lo comprometerán, pero admite con cierto pesar que no sabe cómo reaccionará su padre, don Pedro. Recuerda que recientemente don Pedro expresó un entusiasmo desmedido por el avance político de Pelayo, insinuando que esto podría ser beneficioso para sus propios intereses empresariales. Esta postura, aunque comprensible desde lo familiar, representa un problema ético. Pelayo la tranquiliza con firmeza, asegurándole que sabrá cómo manejarlo, transmitiéndole confianza y determinación.
La conversación gira entonces hacia un tema más ligero. Marta vuelve a observar las fotografías sobre su escritorio, y Pelayo, intrigado, le pregunta si son parte de una nueva campaña. Marta responde que no, que se trata apenas de unas pruebas. Al notar el interés genuino de Pelayo, ella se permite un gesto juguetón: le entrega una de las fotos y le cuenta la historia detrás de ellas. Fina ha estado experimentando con la fotografía últimamente, y Claudia tuvo la idea de usar ese nuevo talento para crear un calendario benéfico cuya recaudación se destinará a la casa Kuna.
La sorpresa de Pelayo es evidente. Le resulta difícil imaginar a Fina detrás de la cámara, y aún más que las imágenes tengan tanta calidad. Marta le confirma que sí, que es Fina la autora de esas fotos, y que lo más increíble es que nunca había hecho algo así antes. Pelayo examina la imagen detenidamente, visiblemente impresionado. La calidad artística de la fotografía no deja lugar a dudas: Fina tiene un talento real y una mirada singular. El asombro se transforma en admiración genuina, y comenta que la imagen parece capturada por una profesional. “Debe disfrutarlo mucho para hacerlo tan bien”, dice en voz baja, como si hablara más consigo mismo que con Marta.
En ese instante, se produce un silencio que, lejos de ser incómodo, tiene un aire introspectivo. Pelayo sigue observando la imagen con una expresión casi melancólica. Marta lo mira con atención y le pregunta en qué está pensando. Él, con una sonrisa leve y una voz serena, responde que en nada concreto… solo en que a veces, los talentos más inesperados florecen sin que nadie los haya previsto. Lo dice con tono reflexivo, como si ese pensamiento tuviera un eco más profundo, como si no solo hablara de Fina, sino también de sí mismo, de Marta, o incluso de su futuro incierto en la política.
Este pequeño encuentro entre Marta y Pelayo deja entrever mucho más que una charla sobre arte o política. Es una escena cargada de simbolismo y de complicidad, donde el peso de las decisiones futuras se mezcla con la frescura de un descubrimiento inesperado. Fina, sin saberlo, se convierte en un puente entre lo cotidiano y lo extraordinario, mostrando que incluso en tiempos difíciles, hay espacio para la belleza, la sorpresa y el arte.
La historia nos deja con varias preguntas abiertas: ¿Podrá Pelayo mantener intacta su integridad política frente a las presiones familiares? ¿Cómo reaccionará don Pedro si se le exige mantenerse al margen? ¿Qué nuevos caminos se abrirán para Fina con este descubrimiento?
Lo que es seguro es que, en medio de intrigas y tensiones, la vida sigue revelando su lado más humano… y más inesperado.