En los próximos episodios de Una nueva vida, el caos se apodera por completo de la mansión Korhan. Ferit sigue atrapado en un espiral de decisiones autodestructivas: mantiene en secreto el embarazo de Pelin y además ha sido fotografiado besando a otra mujer. Las imágenes ya han llegado a Seyran, quien no solo se siente traicionada, sino también humillada públicamente. Esta revelación no solo sacude su relación con Ferit, sino que provoca una reacción fulminante en Kazim, su padre, quien decide retirarle su apoyo y volcarse por completo en Suna.
Suna, por su parte, ha roto cualquier lazo de afecto o lealtad con Seyran. Dolida y decepcionada por la actitud de su hermana, decide refugiarse en su nueva vida junto a Kaya. Su compromiso con él se convierte en un ancla, una forma de reafirmar su valor y su posición frente al entorno que la rodea. No hay vuelta atrás para ella: ha elegido el poder, la aceptación y una nueva identidad dentro de la jerarquía de la familia Korhan, donde cada movimiento tiene consecuencias estratégicas.
Mientras tanto, İfakat entra en juego con fuerza. Esta figura clave en la mansión, conocida por su habilidad para manipular desde las sombras, ve en la crisis entre Ferit y Seyran una oportunidad ideal para hacer avanzar sus propios planes. Su objetivo es claro: eliminar a Seyran del mapa y posicionar a Suna como la nueva señora Korhan. Para lograrlo, mueve fichas cuidadosamente, sabiendo que cualquier paso en falso podría derribar su castillo de naipes.
La caída emocional de Abidin también aporta un matiz dramático adicional a este panorama ya de por sí tenso. El joven, que siempre ha sido leal y ha mostrado una gran sensibilidad, se hunde cada vez más ante la falta de rumbo de Ferit y el distanciamiento emocional de la familia. Su situación es una metáfora viva del colapso moral que atraviesa la mansión.
A lo largo de los episodios, el ambiente se vuelve cada vez más sofocante. Las alianzas cambian, las traiciones se vuelven moneda corriente y cada personaje parece tener un secreto por ocultar o una venganza por ejecutar. Ferit, que en algún momento fue el centro de estabilidad y carisma, se ha convertido en una figura frágil, perseguida no solo por sus errores del presente, sino por fantasmas del pasado que no ha sabido enfrentar.
Seyran, por su parte, se enfrenta a la dura realidad de ser desplazada por su propia hermana. El amor que unía a las dos jóvenes se ha transformado en resentimiento y desconfianza. El dolor de ver a Suna abrazar su nuevo rol como futura señora Korhan, apoyada incluso por quienes antes la defendían, la deja más sola que nunca.
Kazim, en su constante búsqueda de poder y control, no duda en utilizar a sus hijas como peones en su estrategia personal. Al volcarse hacia Suna y darle la espalda a Seyran, demuestra que su lealtad no está basada en el cariño o la justicia, sino en las oportunidades de ascenso que pueda aprovechar.
En este clima de conspiraciones y rupturas emocionales, la mansión Korhan se convierte en un campo de batalla. No hay lugar para la inocencia ni para los sentimientos genuinos. Cada palabra, cada gesto y cada decisión están impregnados de intenciones ocultas. Las apariencias mandan, pero bajo la superficie se gesta una tormenta.
İfakat, astuta y fría, representa la vieja guardia del poder, aquella que entiende que la estabilidad solo puede mantenerse si se eliminan los elementos disruptivos. Para ella, Seyran es ahora una amenaza y debe ser apartada sin que se note demasiado. Su plan no es solo político, sino también emocional: sabe que desbancar a Seyran significa debilitar a Ferit aún más, y con ello, reestructurar toda la familia a su conveniencia.
La figura de Suna, mientras