“Hay injusticias que no pueden quedar impunes. Hago lo que debo hacer.” La nota de Ángela no era solo una despedida, era una sentencia. Una declaración de guerra que encendía una mecha de consecuencias impredecibles.
La calma aparente del palacio se rompe con una serie de decisiones imposibles. Catalina y Adriano, cada vez más distanciados, libran su batalla doméstica con palabras afiladas y heridas abiertas. Él, pragmático y agobiado por las deudas; ella, fiel al legado de su padre y al alma de La Promesa. Entre papeles, cosechas y orgullo, su matrimonio se deshilacha ante los ojos de todos, especialmente los de Leocadia, que ya no puede quedarse al margen.
Y precisamente ella, Leocadia, se convierte en el detonante de otro conflicto mayor. Su enfrentamiento público con Lorenzo no es solo una cuestión de protocolo o vino: es una declaración de independencia. Deja claro que ya no le teme, que su lealtad ha cambiado de bando, y lo hace frente a toda la servidumbre, dejando a Lorenzo solo con su furia y su ego herido.
Pero mientras los adultos luchan por el control y el poder, los jóvenes se enfrentan a sus propios abismos. Curro, desgarrado entre el amor y el miedo, corre desesperado tras el coche que se lleva a Ángela. Sabe que denunciar a Lorenzo es firmar su sentencia, pero también sabe que no puede detener a una mujer que ha decidido enfrentarse al monstruo. Cada zancada es un grito, cada aliento, una súplica. ¿Llegará a tiempo? ¿O solo podrá ser testigo del principio del fin?
En las sombras del servicio, otras tormentas se gestan. López, obligado a renunciar a su esencia para convertirse en lacayo, recibe un ultimátum brutal de Cristóbal. Lo que para muchos es solo un cambio de puesto, para él es la pérdida de su identidad. La cocina era su mundo. Renunciar a ella es como morir en vida.
Y mientras tanto, María confiesa a Petra un amor imposible: está enamorada del padre Samuel. Sus lágrimas, su sinceridad, rompen todas las reglas. Petra, sorprendida, ve en su devoción un peligro que podría consumir no solo a María, sino también a la reputación de todos.
Incluso Enora, la aviadora de espíritu libre, empieza a enredarse en la complejidad emocional del palacio. Su momento de conexión con Simona y Candela la humaniza, pero su confrontación con Manuel revela grietas más profundas. Él intenta advertirle sobre los sentimientos de Toño, pero ella, ferozmente independiente, no acepta lecciones de nadie. Lo que empieza como una conversación termina siendo una colisión emocional que deja a ambos más confundidos que antes.
Al caer la tarde, todo parece al borde del colapso. La tensión entre Lorenzo y Leocadia, el ultimátum de Curro, la decisión suicida de Ángela… Todo se acumula como nubes de tormenta. Y aunque el día se apaga, las pasiones apenas comienzan a arder.
¿Será esta la noche que cambie para siempre el destino de La Promesa? ¿O solo la antesala de una catástrofe aún mayor?