El ambiente en las oficinas de Perfumerías de la Reina estaba impregnado de tensión. Damián no pudo contener su rabia al conocer las últimas decisiones que se habían tomado sin su consentimiento. Con el rostro enrojecido por la furia, lanzó un grito que resonó por todo el despacho: “¿Pero qué locura es esta?”. Su indignación era evidente. No solo se sentía excluido, sino traicionado, al descubrir que se estaban otorgando privilegios a miembros de la familia sin ninguna consulta previa a la junta. Para él, aquello era un golpe bajo, una bofetada a la integridad de la empresa.
Marta, con la compostura que siempre la caracterizaba, trató de tranquilizar los ánimos. Aunque su voz era suave, sus palabras iban cargadas de advertencias. “Tío, ya te dije lo que ocurre. Lo que se está comentando en los pasillos no son simples rumores. Es una tormenta a punto de estallar”, explicó con seriedad. Las conversaciones entre los empleados, que antes eran triviales, ahora estaban llenas de sospechas y reproches. Todo apuntaba a que una grieta se estaba abriendo bajo los cimientos de la empresa.
Intentando mantener la calma, Marta defendió a Pedro. Sabía que su cuñado estaba siendo duramente cuestionado, pero no creía justo que se lo responsabilizara de todo. “Pedro no está detrás de esto”, insistió. “La competencia es cada vez más feroz. Nos está presionando por todos lados y, quizás, por eso se están tomando decisiones desesperadas”.
Pero Damián no estaba convencido. Su mirada, cargada de desconfianza, revelaba un dolor más profundo. “Antes todo era distinto”, murmuró. “Había valores, lealtad, compromiso. Ahora, todo parece desmoronarse. No sé en qué momento la empresa se convirtió en un campo de batalla”. La decepción en su voz era innegable.
En ese preciso instante, Joaquín irrumpió en la sala. Su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y urgencia. Traía noticias que no harían más que avivar el fuego. “Don Pedro le ha prometido a Cristina el 5% de los beneficios del nuevo perfume”, soltó de golpe. El silencio que siguió fue sepulcral. Marta abrió los ojos, incrédula. Damián se quedó paralizado.
“¡Eso es una insensatez!”, exclamó ella. “¿Qué clase de lógica empresarial es esa?”. Damián, tan atónito como su sobrina, no tardó en unirse a la protesta. “¿Y de dónde saldrá el dinero para pagar sueldos si ya están repartiendo beneficios antes de que existan? Esto es un suicidio financiero”.
Joaquín, visiblemente incómodo, intentó justificar lo sucedido. Dijo que Luis, su hermano, ya había expresado su desacuerdo con Pedro, pero que el patriarca de la familia no parecía dispuesto a rectificar. De hecho, había tomado una decisión aún más drástica: a partir de ese momento, los perfumistas tendrían derecho a repartirse el 5% de las ganancias por cada nueva fragancia creada.
La noticia cayó como una bomba. Damián no pudo ocultar su furia. “¡Esto es favoritismo descarado! Está beneficiando a su sobrina y al hijo de su esposa sin ni siquiera consultar con la junta. ¡Esto no lo podemos permitir!”.
Marta, aunque afectada, no quiso que las emociones nublaran el juicio. Sabía que debía mantenerse firme, pero también justa. Sin embargo, no pudo evitar sentirse traicionada por Pedro, a quien había defendido minutos antes. “Esto nos va a dividir como familia”, murmuró.
Joaquín, intentando salvar lo poco que quedaba de calma en la sala, aclaró que ni él ni Luis habían estado de acuerdo con la decisión. Sin embargo, sus palabras solo sembraron más dudas. ¿Estaba Luis siendo completamente honesto? ¿O simplemente estaba cubriendo las espaldas de su padre?
La incertidumbre crecía, alimentando el malestar general. Damián, sintiéndose cada vez más impotente, lanzó una última advertencia: “Esto no puede quedar así. Tenemos que hablar. Lo que está pasando en la empresa es demasiado grave. No solo hay un traidor entre nosotros, sino que las decisiones empresariales están empezando a fracturar a nuestra familia. Estamos al borde del colapso”.
Las palabras de Damián, duras pero necesarias, marcaron el fin de aquella reunión improvisada. Lo que comenzó como una simple conversación sobre un posible espía terminó por destapar un entramado de conflictos mucho más profundos. Las lealtades estaban quebrándose, y las decisiones de Pedro amenazaban con hundir todo por lo que tanto habían trabajado.
Perfumerías de la Reina ya no era lo que solía ser. Las grietas en la familia y en el negocio eran ahora visibles, y la batalla por el control no había hecho más que empezar. Nadie saldría ileso de esta tormenta.