El viernes 4 de julio trae consigo una oleada de decisiones cruciales en la colonia De la Reina. Bajo un sol engañosamente apacible, las vidas de muchos personajes se tambalean ante verdades reveladas, despedidas inesperadas y propuestas imposibles.

Raúl, el chófer, deja su puesto frente a un atónito Damián, no por ambición, sino por necesidad de huir… ¿quizás de María? Andrés, su esposo, sospecha de una relación entre ambos y confronta a su mujer, pero ella, impenetrable, niega todo. Mientras tanto, en los laboratorios, Gabriel sigue con su juego de manipulación. Tras encantar a Cristina con su carisma, se gana también la confianza de Joaquín, usando viejas heridas familiares como palanca para sus propios fines.

En el dispensario, Luz celebra su nuevo título de doctora, pero la felicidad se ve empañada cuando Digna acusa públicamente a Damián de manipular a sus hijos con oscuros fines. Sus palabras son certeras y dejan al patriarca sin respuestas.

Por otro lado, Marta recibe una propuesta impensada de Pelayo: tener un hijo… pero no solo ellos dos, sino junto a Fina. Él acepta su amor por ella y le plantea que críen juntos al bebé, los tres. Marta, en shock, comparte la idea con Fina, quien queda completamente desconcertada ante la posibilidad de ser madre en una estructura tan atípica como revolucionaria.

La tensión también alcanza a Claudia, que recibe la devastadora noticia de la partida de Raúl. En un momento de vulnerabilidad, es besada sin consentimiento por Chema, el hermano de su amiga Carmen, quien luego, para colmo, minimiza el hecho. Claudia se siente sola, traicionada y desilusionada.

Mientras tanto, Luis, emocionado por los logros de Luz, le propone dar el siguiente paso: formar una familia. Luz, superada por el día pero conmovida por su amor, acepta. La pareja se abraza, iniciando así un nuevo capítulo.

Finalmente, Damián se reconcilia con Begoña, agradeciéndole su apoyo a Julia y animándola a buscar su propia felicidad. La noche cae sobre la colonia, pero lo que ha comenzado durante ese día —renuncias, confesiones, nacimientos simbólicos— marca el verdadero inicio de una nueva etapa para todos. Las piezas del destino se mueven, y nada volverá a ser igual.