En La Promesa, uno de los momentos más impactantes de la semana tiene como protagonista a doña Leocadia, quien toma una decisión tajante con respecto a su hija Ángela. La joven, que ha desarrollado una creciente cercanía con Curro, empieza a representar un problema para los planes y el orgullo de su madre. Leocadia, con su habitual rigidez y frialdad, decide actuar sin previo aviso ni conversación previa: organiza en secreto el regreso forzado de su hija a Suiza, donde deberá retomar sus estudios de Derecho. Le entrega su billete de tren, su chaqueta e incluso le informa que su equipaje ya está cargado en el automóvil.

Pero Ángela no está dispuesta a obedecer sin cuestionar. Con firmeza le responde que ya no es una niña, que no puede obligarla a irse, y mucho menos de esa manera y en ese momento. La tensión entre madre e hija escala hasta un punto crítico. A pesar de la negativa de Ángela, Leocadia, implacable, le desea “buen viaje” y cierra la conversación sin admitir réplica.

Este momento marca el inicio de una auténtica guerra fría entre ambas. Ángela no se va. En lugar de subir al coche, decide quedarse en los jardines del palacio de La Promesa, negándose a abandonar su hogar. Lo que parecía un conflicto pasajero se convierte en una huelga silenciosa por parte de Ángela: acampa al aire libre, desafiando el clima y el mandato materno.

Durante los siguientes capítulos veremos cómo esta confrontación se intensifica. Leocadia, que siempre ha sido una mujer de voluntad férrea, no da su brazo a torcer ni un centímetro. Aunque su hija comienza a sufrir las consecuencias físicas de su decisión —frío, enfermedad, agotamiento—, la madre permanece inflexible, sin compasión aparente. La salud de Ángela empieza a deteriorarse, pero Leocadia sigue decidida a quebrar la voluntad de su hija.

Leocadia, además, prohíbe explícitamente a Curro —el principal motivo de su ira— que se acerque o ayude a Ángela. Incluso lo amenaza con despedirlo si no obedece. Y no solo eso: extiende la prohibición a todo el personal de La Promesa, haciendo que todos teman intervenir o prestar ayuda a la joven. La frialdad con la que Leocadia maneja la situación genera indignación en muchos, pero el miedo a sus represalias mantiene a todos en silencio.

A mitad de semana, el capitán Lorenzo de la Mata —alias el capitán Garrapata— intentará intervenir como mediador. Sin embargo, su intento resulta completamente inútil. Leocadia no está dispuesta a escuchar razones, y Lorenzo no tiene ni la habilidad ni la autoridad moral para imponer algún tipo de solución. Este episodio solo refuerza la imagen de Lorenzo como un personaje incapaz de cumplir sus deberes más allá del título que ostenta.

Casi al final de la semana, veremos una escena profundamente significativa. Leocadia visita a Ángela en el lugar donde se ha instalado, esperando encontrarla arrepentida o al menos debilitada. Y lo que encuentra es precisamente eso: una hija resfriada, visiblemente enferma y muy deteriorada por su decisión de quedarse en los jardines. Pero incluso ante esta imagen tan dura, Leocadia no cede. Su corazón parece de piedra, y ni siquiera el evidente sufrimiento de su hija la mueve a rectificar.

Este conflicto marca un punto de inflexión no solo en la relación entre madre e hija, sino también en la percepción que el resto de los personajes y el público tiene de Leocadia. La “dama de hierro” de La Promesa se muestra más implacable que nunca, alimentando así una trama de alto voltaje emocional que promete extenderse durante varios episodios.

Y eso no es todo. Leocadia también protagoniza otra escena clave en la semana, esta vez con el Duque de Carvajal y Cifuentes, don Lisandro. En una conversación cargada de tensión, el Duque le deja claro que no le debe explicaciones a nadie salvo al Rey, y mucho menos a una mujer. Su comentario, evidentemente machista, provoca una reacción inmediata de Leocadia, quien le responde con una frase que resuena con fuerza: “Yo no soy una mujer cualquiera.”

Este intercambio sugiere que entre ambos hay más que simples diferencias de opinión. La intensidad emocional de la conversación da pie a pensar que puede haber un pasado oculto entre ellos, tal vez un vínculo sentimental o una historia compartida que quedó sin resolver. La química y la tensión entre ellos son palpables, y aunque no se dice explícitamente, el subtexto apunta a una relación pasada que aún deja heridas abiertas.

Además, para añadir más leña al fuego, descubrimos que Leocadia ha pedido al padre Samuel que oculte al Duque un hecho importante: que ha sido excomulgado. La súplica de Leocadia al sacerdote no es casual. Parece temer que Lisandro descubra esta información y eso altere su relación. ¿Por qué tanto secretismo? ¿Qué consecuencias podría tener que el Duque supiera que el padre Samuel ha sido expulsado de la Iglesia?

A todo esto se suma una nueva etapa para el propio Samuel. Tras su crisis personal y su pérdida de fe, Samuel decide quedarse en La Promesa para trabajar en el servicio. Dejará el sacerdocio, pero no el palacio. Su nueva cercanía con María Fernández hace que muchos espectadores esperen que entre ellos nazca algo más que amistad. Pero, claro, si los guionistas repiten un esquema como el de Candela y el maestro don Carlos —una historia de amor frustrada y sin cierre—, podría suponer una decepción para muchos fans.

En definitiva, esta semana en La Promesa está cargada de conflictos intensos: el enfrentamiento madre-hija, la amenaza de enfermedad, las tensiones entre Leocadia y el Duque, y las nuevas dinámicas del padre Samuel. Todos estos elementos hacen que el drama avance a paso firme hacia momentos de gran tensión emocional y posibles rupturas irreversibles.