En los próximos episodios de La Promesa, viviremos uno de los momentos más tensos e intensos en torno al personaje de Gabriel, cuya presencia en la casa ha despertado sospechas, recelos y, finalmente, una confrontación directa con Marta y el resto de la familia. Lo que parecía una visita cordial y casi anecdótica, se convierte en una revelación cargada de emociones y verdades que llevaban tiempo esperando salir a la luz.
La escena comienza con una pregunta firme: “¿Por qué nos has mentido?” Marta y sus acompañantes confrontan a Gabriel sin rodeos. Lo que han descubierto desmorona la historia que él había contado al llegar. No hay constancia de su nombre en la empresa con la que aseguró trabajar. Nadie en la firma Atlántica lo conoce, y lo más desconcertante es que ni siquiera están seguros de su identidad real. “Gabriel”, o quien sea, está contra las cuerdas.
Pero lejos de huir o negar lo evidente, Gabriel decide enfrentar la situación con entereza. Se presenta de nuevo, esta vez con su nombre completo: Gabriel de la Reina, y afirma haber estudiado Derecho Mercantil en la Universidad de La Laguna. Asegura que dirige su propio despacho y que colabora con cuentas de las Islas y Portugal. Incluso les dice que pueden comprobarlo si lo desean, aunque ya sospecha que lo han hecho.
Sin embargo, la gran pregunta sigue sin respuesta: ¿Por qué mintió? ¿Por qué se presentó como alguien vinculado a una empresa que no lo reconoce? Aquí es donde la historia toma un giro inesperado. Gabriel reconoce que utilizó una “versión reducida” de los motivos que lo llevaron hasta la casa, pero asegura que su verdadera razón es mucho más íntima y personal. Confiesa que hace unas semanas leyó la noticia del fallecimiento de Jesús, hermano de Marta, y sintió un impulso irrefrenable de acercarse a conocer a la familia que hasta ahora le había sido negada.
Aprovechando un viaje a Madrid por motivos laborales, Gabriel decidió presentarse en Toledo. Reconoce que quizás no fue la mejor idea inventar una excusa relacionada con la Atlántica, pero justifica su decisión con sinceridad: no quería que Damián se sintiera obligado a recibirlo solo por razones familiares. Sin embargo, y para su sorpresa, fue el propio Damián quien le pidió que extendiera su estadía, mostrándose abierto y afectuoso desde el principio.
A pesar de sus explicaciones, Marta no baja la guardia. Le recuerda que su acercamiento fue a través de una mentira, y que es natural que desconfíen. Es entonces cuando Gabriel lanza una confesión aún más personal: su madre nunca quiso que conociera a la familia de su padre. Durante años le ocultó sus orígenes, y fue solo tras su muerte, tres años atrás, que comenzó a sentir la necesidad de descubrir sus raíces.
Gabriel revela que su padre, de quien sabe muy poco, nunca le mostró interés por la familia. Damián, en cambio, representa para él una figura opuesta: un hombre que logró levantar un verdadero imperio con esfuerzo y dedicación. Y es eso lo que lo impulsó a querer conocerlo, no solo como familiar, sino también como ser humano, como modelo de lo que su propio padre no fue.
Entre las dudas que quedan pendientes, Marta le lanza una más: ¿Por qué mostró tanto interés en ir al laboratorio sin Damián el día anterior? Gabriel, sin esquivar la pregunta, confiesa que para él es impactante ver el legado de su tío: todo lo que ha construido con sus propias manos. Admira profundamente su trabajo y lo que ha logrado, y admite que le habría gustado que su padre compartiera al menos un poco de esa entrega y responsabilidad.
La conversación culmina con una reflexión de Marta. Aunque todo comenzó con desconfianza, la sinceridad de Gabriel y la emoción con la que habla de su deseo de pertenecer a esta familia, parece haber calado en ella. Consciente de que a veces las verdades llegan envueltas en mentiras necesarias, Marta le concede el beneficio de la duda. Le agradece su confianza y le da la bienvenida, permitiéndole quedarse en la casa todo el tiempo que necesite.
Gabriel, visiblemente emocionado, acepta la oferta con humildad. Para él, no es solo una casa: es la puerta a un pasado que nunca conoció, a una familia que siempre sintió lejana, y a la posibilidad de construir algo nuevo desde la verdad, por difícil que haya sido decirla.
Este impactante episodio marca un antes y un después en la trama de La Promesa. Gabriel ha sembrado la semilla de la reconciliación, pero también ha dejado claro que no todo está resuelto. ¿Qué pensará Damián cuando se entere? ¿Qué otras verdades saldrán a la luz a partir de ahora?
Una historia de identidades, legados familiares y heridas abiertas empieza a tomar forma. Y en el centro de todo, un joven que solo busca saber quién es y de dónde viene.