Después de su boda con Pelayo, Marta toma la valiente decisión de ir a ver a Fina, a pesar de las circunstancias que la llevaron a casarse. Aunque su matrimonio con Pelayo ha sido una elección más por obligación que por deseo, Marta no puede evitar sentirse atraída por los recuerdos de Fina, quien sigue siendo el amor que realmente ocupa su corazón. En un momento de vulnerabilidad, Marta siente que debe enfrentarse a sus sentimientos y, tras la ceremonia, se dirige a buscar a Fina, tratando de lidiar con las emociones que aún no ha logrado superar.
Esta visita es un acto cargado de emociones encontradas, ya que Marta se encuentra dividida entre la obligación hacia su esposo y el amor que sigue sintiendo por Fina. Al llegar, las tensiones entre ellas resurgen, y Marta se ve obligada a confrontar lo que ha dejado atrás y lo que aún desea. La presencia de Fina parece despertar en ella viejos sentimientos que había intentado suprimir, y aunque sabe que su vida ha tomado un rumbo diferente, su corazón sigue ligado a lo que una vez tuvo con Fina.
La visita de Marta a Fina no solo es una muestra de su amor no correspondido, sino también una reflexión sobre las decisiones que ha tenido que tomar y las renuncias que ha hecho. En esta escena, se hace evidente que, aunque Marta intente seguir adelante, el pasado sigue presente, alterando el curso de su vida y dejando una sombra sobre su relación con Pelayo. Este encuentro marca un punto crucial en la historia, donde Marta enfrenta sus emociones más profundas.