Marta y Fina: Sueños de libertad (Capítulo 329): ¿María volvió a derramar agua en sus almohadas?!!!

La noche cae con un silencio espeso sobre la mansión de los De la Reina. En las habitaciones altas, donde el eco de los secretos retumba con más fuerza que los pasos, María permanece postrada, inmóvil, como si el tiempo se hubiese detenido junto a su cama. Su salud se ha deteriorado lentamente, sin escándalo, sin dramatismos, pero de forma implacable. Y cada pequeño gesto suyo —incluso un vaso de agua derramado— se convierte en símbolo de una fragilidad que inquieta a todos.

Andrés, siempre atento, se acerca a Manuela con esa mezcla de cortesía y urgencia que lo caracteriza. La llama en voz baja, casi con respeto reverencial. Le habla de María, le menciona que ha derramado algo de agua sobre el almohadón. Podría parecer un detalle menor… si no fuera porque en esta casa, los pequeños descuidos esconden tormentas. Andrés no quiere que la humedad le cause un resfriado o alguna complicación más grave. Hay preocupación en sus ojos, pero también un sentimiento más profundo que no se atreve a confesar: un miedo silencioso a que algo esté por quebrarse del todo.

Manuela, como siempre, responde con eficacia y dulzura. Le dice que subirá de inmediato, que no hay de qué preocuparse. Sabe que lo que Andrés necesita no es solo una respuesta práctica, sino también consuelo. Sabe que esa habitación donde reposa María ya no es solo un cuarto: es una trinchera donde se libra una batalla invisible, una guerra contra el desgaste, contra la enfermedad… y quizás también contra los remordimientos.

Mientras prepara la cena, Manuela comparte con Andrés su menú: unas espinacas cocidas y una tortilla ligera. Piensa en María, en su digestión lenta, en su cuerpo cada vez más quieto. Andrés asiente. Le parece bien. En su tono hay aprobación, pero también resignación. Esas comidas livianas, pensadas con tanto esmero, son un símbolo de lo que ya no volverá. María no volverá a correr por el jardín, ni a enfrentarse enérgicamente con nadie. Está atrapada en su cuerpo, y también en sus recuerdos.Uploaded image

La conversación gira con suavidad, como si ambos supieran que hay cosas que no se pueden nombrar. Manuela bromea, dice que incluso el primo que viene esta noche tendrá que comer espinacas. No hay privilegios en esta casa. O al menos, no esta noche. Andrés sonríe levemente. La risa, si llega, es breve y fugaz. La tensión sigue ahí, agazapada en cada esquina, en cada suspiro.

Pero justo cuando la escena parecía deslizarse hacia una calma engañosa, aparece Raúl. Su entrada rompe el equilibrio, como una piedra lanzada en un estanque inmóvil. Andrés se gira para hablar con él. No se oyen las palabras, pero el aire se vuelve más denso. El silencio entre ellos habla de temas pendientes, de asuntos familiares que no se pueden postergar por más tiempo. ¿Será sobre María? ¿O sobre los secretos que se acumulan como polvo bajo las alfombras de la casa?

La escena parece sencilla, casi doméstica. Pero en Sueños de libertad, nada es casual. Cada frase, cada movimiento, es parte de un engranaje mucho más grande. Lo que empieza con un almohadón húmedo, termina revelando una estructura familiar que se desmorona poco a poco. Andrés no solo está preocupado por la salud de María: está tratando de sostener lo poco que queda en pie. Manuela, por su parte, es el hilo invisible que cose los días, que intenta mantener la normalidad mientras todo tiembla a su alrededor.

Y en medio de todo esto, María. Silenciosa, vulnerable. ¿Realmente fue un descuido? ¿O esa agua derramada es una señal, un mensaje cifrado, una lágrima que nadie quiere ver? ¿Qué oculta esa mujer en su aparente debilidad? ¿Y por qué todos caminan a su alrededor como si estuvieran rodeando una bomba a punto de estallar?

Marta y Fina se preparan para lo que vendrá. Ellas, que han aprendido a sobrevivir entre mentiras y lealtades cambiantes, saben que cada gesto cuenta. Que la enfermedad de María puede desencadenar consecuencias insospechadas. Que los cuidados y las cenas ligeras son apenas una cortina ante un drama más profundo. Porque en la casa De la Reina, la apariencia siempre es un disfraz… y detrás del silencio de una habitación, se esconde un clamor que pronto será imposible de ignorar.

Y así cierra el capítulo 329: con la incertidumbre respirando en cada rincón, con las almohadas aún húmedas y las espinacas en el fuego. Con el amor, el miedo y los secretos compartiendo la mesa, una vez más.


¿Te gustaría que desarrollara spoilers similares para otros capítulos con este mismo tono narrativo y emocional?

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