El amanecer del 19 de junio llega cargado de tensión y secretos oscuros en La Promesa, y el capítulo 618 marca un antes y un después. El joven Manuel, harto del control férreo que Leocadia ha ejercido sobre la casa, da un paso al frente y la desafía abiertamente, desatando una tormenta que amenaza con arrasar el equilibrio del palacio. Lo que comienza como una confrontación verbal pronto se convierte en el catalizador de una cadena de rebeliones, traiciones y alianzas que lo cambiarán todo.
Leocadia, coronada de poder y con la frialdad de quien ha usurpado su puesto por medios oscuros, ve cómo su dominio empieza a resquebrajarse. Su propia hija, Ángela, se mantiene firme en su rebeldía, resistiendo en un campamento improvisado, enferma, exhausta, pero indomable. La joven sufre, tose con fuerza bajo el frío del amanecer, pero no cede. Para ella, rendirse es morir en vida, y prefiere enfrentarse a la muerte antes que inclinarse ante su madre.
Desde su ventana, Leocadia contempla la escena con ojos de piedra. No hay compasión en su mirada, solo desprecio. Cada tos de Ángela es un golpe a su reputación, cada gesto de apoyo que recibe la joven es una amenaza directa a su poder. Curro, el joven que creció bajo su protección, desafía su autoridad al llevar comida caliente a Ángela. Leocadia, rápida como un lobo, lo confronta en los pasillos del palacio. Con voz dulce pero venenosa, le deja clara su postura: o está con ella… o está contra ella. Y quien está contra Leocadia, lo pierde todo.
Curro se queda paralizado, atrapado entre su conciencia y la amenaza de perderlo todo. ¿Dejará que una joven inocente muera de frío para mantener su posición? ¿O se atreverá a seguir su corazón y pagar el precio?
Mientras tanto, Martina, valiente y decidida, rompe las reglas impuestas por su madre y corre hacia el campamento para auxiliar a Ángela. Al verla, el impacto es devastador. La joven está ardiendo en fiebre, su aspecto fantasmal y debilitado. Martina intenta convencerla de entrar, de rendirse por su propia vida. Pero Ángela se niega: “Si cedo ahora, habrá ganado… me controlará para siempre”, susurra con las pocas fuerzas que le quedan.
La escena es desgarradora. Martina, atrapada entre la razón y el miedo, entre el amor por su amiga y el temor a Leocadia, llora de impotencia. El palacio entero guarda silencio ante la tragedia, pero en los corazones de muchos comienza a nacer la semilla de la rebelión.
Y no es la única guerra que se libra en los pasillos de La Promesa. Leocadia, incansable, ha puesto su mira sobre el padre Samuel, el sacerdote de la casa, cuya presencia esconde un terrible secreto: ha sido excomulgado en secreto. Ella lo sabe, y lo usa como arma. Lo convoca en la biblioteca, donde le deja claro que debe seguir con su papel como si nada hubiera pasado. Nadie debe sospechar, y mucho menos Lisandro, que está a punto de llegar.
El padre, humillado y atrapado, no tiene más opción que aceptar. La palabra de Leocadia se impone como una sentencia divina. Su conciencia, su fe, su dignidad… todo queda subordinado a los designios de una mujer que no conoce límites.
Pero lejos de todo este caos, en el hangar, Manuel descubre que algo no encaja. Los planos del nuevo motor han sido manipulados. ¿Es solo un descuido o el inicio de otra conspiración? Su santuario, el lugar donde sueña con volar libre, también parece contaminado por las intrigas que corren como veneno por las paredes del palacio.
En este episodio cargado de dramatismo, cada personaje se ve empujado a tomar decisiones que cambiarán su destino. La rebelión ya no es una posibilidad, sino una realidad que estalla desde todos los rincones: del jardín al campamento, de los pasillos a la biblioteca. Y en el centro de todo, una Leocadia que se aferra al poder mientras ve cómo se desmorona su imperio.
¿Hasta dónde llegará su crueldad para no perder el control? ¿Y cuántos más se atreverán a desafiarla?
Capítulo 618 de La Promesa: una guerra silenciosa, una hija enferma, un joven dividido y un heredero dispuesto a actuar. El destino del palacio pende de un hilo… y ese hilo empieza a romperse.