La noche anterior había sido larga, cargada de emociones, pero nada preparó a Luz para el despertar abrupto de aquella mañana. Una pesadilla se apoderó de su mente: en su sueño, veía cómo cubrían el cuerpo sin vida de Luis con una sábana blanca. El grito ahogado de su alma la despertó de golpe. Miró a su alrededor, temblando… y entonces lo vio. Luis estaba vivo. Pálido, débil, pero respirando. Un torrente de alivio la invadió, y sin contener las lágrimas, lo abrazó entre susurros y besos. Luis, con esfuerzo, comenzó a mover una mano… y hasta logró balbucear unas palabras. Era un renacer. Luz sabía que, aunque el camino sería difícil, su marido estaba regresando.
En otro punto de la ciudad, Carmen y Tacio se preparaban para uno de los momentos más importantes de sus vidas. Se encontraban en un café, repasando los últimos detalles antes de la gran junta en la empresa. Tacio, con sus nervios a flor de piel, había escrito palabras en inglés en la palma de su mano para no equivocarse al presentar el proyecto. Carmen, con su calidez de siempre, lo tranquilizaba. Le sugirió incluso usar un traje elegante para impresionar. Tacio, con una sonrisa nerviosa, bromeó diciendo que solo le faltaba una camisa que le regaló el papá de la Reina… ¡y que aún conservaba! La tensión se mezclaba con la ternura en aquella escena que prometía marcar un antes y un después.
Mientras tanto, en el hospital, Luis le pedía a Luz que lo llevara a casa. Estaba harto de las batas, los tubos, y el olor a desinfectante. Pero Luz, serena y firme, le explicó que los médicos necesitaban hacer más pruebas antes de autorizar su salida. Justo entonces, Digna y Joaquín llegaron a visitarlo. El momento más impactante fue cuando Digna se acercó para besarlo, y Luis, al oler su perfume, no solo lo reconoció… ¡sino que describió con exactitud sus ingredientes! Como si su olfato se hubiese afinado con la experiencia cercana a la muerte, todos quedaron impresionados.
En casa de la Reina, María se preparaba para la junta con el nerviosismo reflejado en su vestuario. Andrés notó su esmero y le preguntó por qué iba tan arreglada. Ella confesó sentirse nerviosa y querer dar una buena impresión. Raúl llegó puntual para llevarla a la colonia antes de pasar por Marta y Damián. Todo se movía con rapidez, como si el destino estuviera empujando a cada personaje a su sitio exacto.
En la tienda de perfumes, las chicas charlaban sobre los gustos de las clientas. Habían anotado los perfumes favoritos de cada una en un cuaderno secreto. Fina tranquilizó a Claudia asegurándole que solo ellas tenían acceso a la información. Carmen, siempre proactiva, les mostró unos bolsos que diseñó para las nuevas trabajadoras de la colonia. Eran espaciosos, elegantes, y tan prácticos que hasta las chicas de la tienda querían uno.
Pero el centro de atención del día fue sin duda la gran reunión en la empresa. En el despacho de don Pedro, todos se reunieron: María llegó elegante y segura, tanto que Irene no dudó en felicitarla por su look. Pero no solo su apariencia llamó la atención; también su determinación. María pidió a don Pedro acciones concretas para evitar la constante interferencia de la familia de la Reina en su matrimonio con Andrés. Don Pedro, autoritario, le recordó que él seguía poniendo las reglas. María salió con el ceño fruncido, pero sin bajar la cabeza.
Mientras tanto, el doctor que atiende a Luis le explicó que aunque ya había despertado, debía cumplir estrictamente las indicaciones médicas si quería recuperarse al 100%. Luz, sin dudarlo, le prometió acompañarlo paso a paso. Incluso aceptó, aunque con cierta tristeza, volver a trabajar temporalmente en el dispensario, postergando su dedicación total a la casa cuna.
La tensión alcanzó su clímax cuando todos llegaron a la junta clave. Tacio, con las manos sudorosas y los ojos llenos de nervios, presentó el proyecto con la mayor soltura posible. Pero como era de esperarse, Marta y la Reina se opusieron con firmeza. Alegaban que, tras el escándalo del balneario, la empresa no estaba en condiciones financieras para embarcarse en nuevas iniciativas. Fue entonces cuando María sorprendió a todos con una pregunta técnica sobre divisas. Nadie lo esperaba, pero ella había estudiado a fondo. Su preparación y seguridad desarmaron las objeciones.
La votación fue un empate: tres votos a favor y tres en contra. Todos miraron a María. Y ella, sin titubear, dio el voto decisivo a favor del proyecto. Tacio sonrió por primera vez en toda la jornada. Carmen apretó su mano. Habían ganado.
De regreso en casa de los Merino, Digna les confesó a Gema y Luz que Don Pedro le había propuesto matrimonio… pero ella aún no estaba segura de aceptar. Gema, con su sonrisa sabia, le dijo que si se querían y se entendían, ¿por qué no intentarlo? Don Pedro apareció poco después para confirmar que tanto María como Tacio habían respaldado el proyecto. Digna, entre bromas y caldos caseros, volvió a tocar el tema de la boda. La posibilidad seguía ahí, flotando entre los silencios y las sonrisas cómplices.
En otra escena íntima, el doctor se sinceró con Begoña. Le confesó que temía recaer en su adicción. Begoña, con esa fuerza que nace del amor verdadero, lo animó a seguir firme con su tratamiento. Le recordó que no estaba solo.
La jornada cerró con una última batalla verbal. En casa de la Reina, Andrés y su padre confrontaron a María por su voto. La acusaron de haberlo hecho para fastidiarlos. Pero María, alzando la voz, gritó que lo hizo porque cree en el proyecto, tal y como lo habría hecho Jesús. La tensión subió, los gritos se cruzaron, pero ella no dio un paso atrás.
Y así, el capítulo 292 de Sueños de libertad cerró con un mensaje claro: nuevos liderazgos están surgiendo. Damián convocó una reunión urgente para reorganizar prioridades. Luis se aferra a la vida, María se impone con fuerza, y el futuro de la familia Merino vuelve a estar en movimiento.
El amor, la ambición, la salud y el perdón se entrelazan en una historia que aún tiene muchas cartas por jugar. Y tú… ¿estás listo para lo que viene?
¿Quieres que prepare otro igual cuando salga el avance del capítulo 293