En el capítulo 309 de Sueños de Libertad, las tensiones familiares y laborales escalan hasta rozar el límite de lo soportable. La historia nos lleva primero a un encuentro cargado de resentimiento entre Damián y Adina, y después a un momento crucial en la empresa de perfumes donde Marta y Luis logran una reconciliación sincera tras semanas de tensión.
Damián llega a la casa de Adina con un objetivo claro, aunque disfrazado de preocupación familiar. Ella, ya prevenido su corazón por tantas decepciones, le recibe con frialdad y sospecha. Él le pide entrar, pero ella deja claro que no confía en sus intenciones. Damián, sin rodeos, le revela que viene a hablar del asunto de las acciones que Pedro, su prometido, quiere comprar a Julia. Un movimiento que Adina ya conoce y que, en principio, no ve con malos ojos. Pedro está ofreciendo el doble del valor de mercado, y económicamente, le parece beneficioso para Julia.
Sin embargo, Damián no comparte ese entusiasmo. Él teme que Pedro, una vez con las acciones en su poder, traicione el legado de su nieta. A pesar de que Pedro ha prometido dejárselas a Julia en herencia, Damián desconfía. Cree que si en algún momento se presenta una mejor oferta por parte de los franceses o la competencia, Pedro no dudará en venderlas. Y esa posibilidad lo aterra.
Damián, en un intento desesperado por evitar que Pedro obtenga ese poder, propone una solución radical: que los Merino, la familia de Adina, sean quienes compren las acciones. Él incluso se ofrece a cubrir la diferencia o, si es necesario, pagar toda la suma. Pero la reacción de Adina no es la que él espera. Ella lo ve como una jugada manipuladora, una excusa más para tener control sobre ella. Le lanza acusaciones cargadas de dolor: que quiere usar el dinero para chantajearla, para hacerla dejar a Pedro y volver con él. Lo llama manipulador, incluso “rata”. La herida que Damián dejó en ella está lejos de sanar.
Él insiste en que su único interés es proteger a Julia, y que no se opondrá si los Merino compran las acciones sin utilizar su dinero. Pero Adina ya no confía. La conversación termina en un punto muerto, fría, con la promesa de verse en el evento de presentación de Julia, donde estarán ambas familias presentes. Lo que podría haber sido un momento de acercamiento, termina siendo un recordatorio de todo lo que se ha roto entre ellos.
La escena cambia radicalmente de tono cuando nos trasladamos al mundo laboral, donde se vive otra clase de tensión: la creativa. Luis presenta dos nuevas versiones de un perfume —una pensada para personas mayores y otra para un público joven— como solución a las expectativas del cliente, Miranda. Pero Pedro y Marta están preocupados: el cliente solo esperaba una fragancia, no dos. Aun así, Luis defiende su decisión argumentando que, precisamente por dividir su propuesta, pudo entregarlo todo a tiempo.
Aunque dudosos, Pedro y Marta terminan dándole luz verde. Es entonces cuando Marta asume la responsabilidad de enviar las muestras y preparar toda la presentación. Luis, visiblemente aliviado, aprovecha para disculparse con Marta. Ha sido difícil los últimos días, lo sabe, y ella también. Marta acepta sus disculpas con madurez y le ofrece un consejo sincero: no deje que el trabajo lo aleje de la gente que lo quiere.
Este momento marca un punto de inflexión en su relación profesional y personal. Marta, con una calma adquirida tras tanto estrés, le pregunta a Luis si está realmente satisfecho con las nuevas versiones. Él es honesto: su primera idea seguía pareciéndole mejor, pero dadas las circunstancias, cree que las nuevas propuestas están a la altura. Marta asiente. No hay tiempo para mirar atrás. Ella toma el timón de la situación y empieza a organizarlo todo: frascos, etiquetas, empaquetado. Asume el liderazgo con decisión y serenidad.
Antes de marcharse, Luis se detiene. Quiere hablar. Le duele cómo fue rechazada su idea original y cómo eso tocó sus inseguridades más profundas. Marta le escucha con atención, le apoya y le recuerda que incluso su primera idea le parecía preciosa, y que quizás puedan rescatarla en la próxima temporada. La posibilidad de una segunda oportunidad se asoma entre líneas.
El momento entre ellos se vuelve íntimo, aunque no romántico: es un vínculo de respeto y apoyo mutuo. Marta le dice que echa de menos su liderazgo y alaba su talento. Luis, agradecido, le devuelve el cumplido: si el próximo año hay que elegir nuevo director o directora, ella debería presentarse. Reconocen cuánto los ha cambiado el estrés, cómo ha sacado lo peor de Luis, algo que ni en casa habían visto. Pero ahora hay espacio para la reflexión, para la empatía y el entendimiento.
Luis promete tomar en cuenta el consejo de Marta y no dejar que el trabajo lo consuma tanto. En ese instante, por primera vez en días, vuelven a conectar de verdad. Son dos compañeros que han superado una tormenta, y ahora, en esta calma momentánea, encuentran algo de paz. El perfume aún no ha sido aprobado por Miranda, pero ambos saben que han hecho lo mejor que han podido.
Así concluye este episodio, entre traiciones familiares y reconciliaciones laborales. La tensión entre Damián y Adina promete estallar en cualquier momento, mientras que en la empresa, Marta y Luis renuevan la confianza que parecía perdida. Pero en Sueños de Libertad, todo puede cambiar con una sola decisión… o con un solo perfume.
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