En este capítulo, Marta se encuentra con un viejo compañero de clase, y la conversación toma un giro inesperado. Lo que parecía ser un simple encuentro casual se convierte en una situación incómoda cuando ambos, ahora adultos, intentan mantener una charla más formal que la que solían tener en su juventud. A lo largo de la interacción, surge la tensión entre el deseo de revivir viejos tiempos y la necesidad de adaptarse a la nueva etapa de sus vidas. Mientras que Marta intenta manejar la conversación con cortesía y un poco de distancia, Fina se siente cada vez más atrapada en los recuerdos del pasado, queriendo romper con las formalidades impuestas por la madurez.
Ambos personajes enfrentan una lucha interna entre sus sueños de libertad y las expectativas sociales que ahora deben cumplir. Marta, al no poder dejar de recordar los días de la escuela, se siente dividida entre la posibilidad de retomar viejas amistades y la realidad de que las cosas han cambiado para siempre. La tensión crece cuando, en un momento de la conversación, se mencionan temas que los conectaban en el pasado pero que ahora parecen irrelevantes o incómodos.
Al final del capítulo, el encuentro con el antiguo compañero de clase deja una sensación ambigua. Aunque ambos intentan mostrarse como personas distintas, la carga emocional del pasado sigue presente, creando un sentimiento de inquietud y reflexión sobre el futuro. Este capítulo refleja la compleja transición entre la juventud y la madurez, y cómo los sueños de libertad a veces se ven entorpecidos por las responsabilidades de la vida adulta.