La semana del 10 al 13 de junio en La Promesa viene cargada de revelaciones, enfrentamientos y decisiones que marcarán un antes y un después en el palacio de los Luján.
Todo comienza con un fuerte conflicto entre Alonso y Curro. El marqués, obsesionado con mantener la jerarquía y las apariencias, exige que su nieto pida disculpas a Don Lisandro tras haberle hablado de forma directa y severa. Aunque Curro cumple con la orden, lo hace más por obligación que por remordimiento. En realidad, le reprocha a Alonso que el respeto debe ser mutuo, y que Lisandro también ha sobrepasado límites. Este acto muestra que Curro ya no está dispuesto a callar cuando algo le parece injusto.
Mientras tanto, Leocadia estalla al enterarse de que ha sido apartada de la decisión de despedir a Petra. Catalina y Martina tomaron la iniciativa sin consultarla, lo que ella interpreta como un ataque directo a su autoridad. Aunque Alonso intenta mediar, dejando claro que la experiencia debe ser respetada, también defiende el derecho de las jóvenes a tomar decisiones. Se trata de un choque entre el pasado y el futuro que sacude los cimientos del poder en el palacio.
En otro frente, Manuel intenta tender una última mano a Toño, pagando su deuda e instándolo a recuperar a su familia. Pero Toño, cargado de orgullo y rencor, rechaza el gesto. Prefiere el aislamiento, como si se sintiera indigno de redención. Poco después, ambos reciben una carta misteriosa: un posible inversor está interesado en su motor. Manuel responde con entusiasmo, vislumbrando una nueva etapa profesional.
Sin embargo, a nivel personal, Manuel no logra escapar del dolor. Confiesa a Simona que visitó la tumba de Jana y que aún arrastra una profunda culpa por todo lo vivido. Este momento íntimo revela que, aunque se abra un camino de futuro, las heridas del pasado siguen abiertas.
Por otro lado, Adriano regresa a La Promesa, mostrando fortaleza tras haber recibido un disparo. Su recuperación no solo altera la dinámica del servicio, sino que también provoca una reacción inesperada de Don Lisandro. Este, que antes lo trataba con frialdad, ahora muestra una sorprendente cordialidad y hasta gratitud. Aunque algunos creen que es sincero, otros sospechan que se trata de una estrategia, dado el posible ascenso de Adriano en el poder del palacio.
Lisandro anuncia que hará un regalo personal a Adriano y Catalina, lo que despierta la intriga de todos. Cuando finalmente revela de qué se trata, la sorpresa es mayúscula: no se trata de un simple obsequio, sino de una decisión que podría alterar el equilibrio de poder en La Promesa. Ya sea una concesión, un nombramiento o un movimiento político, su impacto será profundo.
Al mismo tiempo, Pía intenta recuperar en secreto la valiosa pulsera de esmeraldas hallada entre las pertenencias del servicio. Acompañada por Lope y más tarde por Curro, investiga la joyería de origen y descubre que la pieza no es un simple adorno, sino parte de una trama mucho más grande. Un símbolo oculto en el estuche los lleva a sospechar de una conexión con antiguos secretos del palacio.
En el plano emocional, Rómulo y Emilia deciden hacer pública su relación. Aunque la noticia sorprende, también despierta alegría entre los trabajadores, quienes ya habían notado un cambio en el comportamiento del mayordomo. Emilia acepta dejar el palacio junto a él y comenzar una nueva vida, aunque ambos acuerdan mantener el plan en secreto por ahora, debido al frágil equilibrio de poder en La Promesa.
La desaparición de Petra continúa generando suspicacias. Samuel, cada vez más aislado, se ve confrontado por María Fernández, quien exige saber si fue Petra quien lo delató ante el obispado. Finalmente, Samuel admite que ella no fue la autora de la carta, pero se niega a decir más. María, indignada, lo insta a decir la verdad, recordándole su deber moral como sacerdote y como parte de la comunidad.
Leocadia, por su parte, no tolera la creciente cercanía entre Curro y Ángela. Aunque intenta mantener las formas, finalmente pierde el control al verlos abrazarse. Convencida de que la joven debe desaparecer de la vida de su hijo, idea un plan: propone enviarla a estudiar a Zúrich, disfrazando su deseo de separarlos como una oportunidad académica. Ángela, rota por dentro pero lúcida, acepta el viaje… aunque con la firme determinación de regresar y enfrentarse al juego de poder de Leocadia.
El capítulo cierra con una mezcla de esperanza y tensión. Mientras algunos personajes toman las riendas de su destino con valentía —como Curro, Ángela y Manuel— otros, como Leocadia y Lisandro, intentan aferrarse al control. Pero en La Promesa, nada permanece oculto por siempre, y toda decisión, por pequeña que parezca, puede cambiarlo todo.