En este nuevo episodio, se revela un movimiento clave en la trama empresarial que afecta directamente a varios personajes. Una conversación tensa pero educada gira en torno a un contrato que Brosar ha enviado. El documento establece que, una vez que Brosar se haga con el control de Perfumerías de la Reina, tanto la mujer a quien se dirige como su esposo quedarán completamente protegidos. “Es lo que querías, ¿no?”, le preguntan con un tono que mezcla cortesía e insinuación.

Pero eso no es todo. La persona que presenta el contrato aclara que la niña también está contemplada dentro de esa protección legal. “Por supuesto. Como tú estás fuera de la negociación formal, la niña queda automáticamente blindada también. Aquí lo dice claramente.” Las palabras van acompañadas de una atmósfera fría, casi calculadora, como si cada cláusula estuviera pensada para cerrar cualquier posible objeción.

La receptora del contrato, sin dejarse impresionar, responde con cautela. Prefiere no tomar decisiones apresuradas y deja claro que quiere revisar el contenido con su abogado antes de firmar. “Quiero que le dé el visto bueno”, afirma con firmeza. Quien la acompaña le advierte con sutileza que espera que ese abogado sea alguien de absoluta confianza y, sobre todo, muy discreto. “Es mejor dejar las cosas claras cuanto antes”, insisten, intentando apurar la decisión.

Ella, sin alterarse, responde con seguridad: “Claro, yo haría lo mismo”. A pesar de la presión que flota en el ambiente, mantiene la calma y demuestra que no está dispuesta a dejarse manipular, al menos no sin entender perfectamente cada detalle del acuerdo.

Una escena breve pero cargada de tensión, donde se mezclan intereses económicos, protección familiar y desconfianzas veladas. Todo indica que, tras este contrato, se esconden intenciones más complejas de lo que aparenta el papel. ¿Será realmente una garantía de seguridad o una trampa elegante? El tiempo lo dirá.