La semana del 16 al 20 de junio en Sueños de Libertad estalla como una tormenta emocional que arrasa con todo lo que encuentra a su paso: lealtades, amores, verdades ocultas y hasta la esperanza. Cada jornada es un duelo de voluntades, un tablero donde los peones se rebelan, los reyes tiemblan y las reinas juegan en la sombra.

Lunes: El día amanece frío, pero no por el clima. Raúl, consumido por el dolor y la rabia tras el accidente de María, enfrenta a Andrés con una acusación brutal: “Tú la empujaste”. La tensión entre ambos alcanza niveles peligrosos hasta que Manuela interviene, interponiéndose como un muro humano entre los dos hombres, salvando un enfrentamiento que pudo acabar en tragedia.

Pero la batalla no ha terminado, solo cambia de campo. María, desde su habitación, juega con las emociones de todos. Con Raúl, planta la semilla del odio. Con Andrés, cultiva la culpa. Y con Manuela, disimula una manipulación que ya ha echado raíces. María no es solo víctima; es estratega.

Mientras tanto, en la fábrica, otra bomba estalla. Cristina, queriendo impresionar o tal vez huir del peso de su apellido, arruina una muestra de perfume clave. Luis se descompone de furia y le grita sin filtro: ha destruido meses de trabajo. El error de Cristina no es solo técnico, es político, y podría costarle el futuro.

En otro rincón de la historia, Damián comienza a asfixiar a Don Pedro con verdades incómodas. Le lanza en cara la presencia de Cristina en la fábrica, su hija ilegítima, su pasado oculto. Pedro se revuelve, pero ya es tarde: Irene empieza a dudar, y su fe ciega en su hermano se quiebra.

Por la tarde, María utiliza el enfrentamiento entre Raúl y Andrés como nueva artillería. “Lo he recuperado —le dice a Raúl—, no podemos arriesgarlo todo”. Raúl, devoto, asiente… sin ver que está siendo usado como pieza en un juego mucho más grande.

La noche cae con una noticia devastadora: María podría no volver a caminar. Su llanto destroza a Andrés, quien le promete que luchará hasta el final por su recuperación. En la distancia, Begoña lo ve entregarse a una mujer que cree manipuladora, y toma una decisión desesperada: abrirle los ojos o perderlo para siempre. Pero Andrés, cegado por la culpa, la rechaza. Esa misma noche, decide romper con ella. Definitivamente.

Y en el eco de esa ruptura, dos nuevas presencias llegan a escena: Chema, el encantador pero dudoso hermano de Carmen, y Gabriel, el misterioso sobrino que desata algo inesperado en Begoña… una chispa, quizás una esperanza.

Martes: Raúl, después de la súplica de María y la amenaza latente de su vínculo con Andrés, decide marcharse. Se presenta ante él para disculparse y anunciar su salida. Pero Andrés lanza una pregunta que hiela la sangre: “¿Qué hay exactamente entre Raúl y María?”. El silencio de Manuela al ser consultada es más revelador que cualquier confesión.

En casa de Carmen, Chema desata una pequeña revolución doméstica. Ha venido a vender enciclopedias, pero Tasio lo huele desde el primer momento: ese hombre no busca trabajo, busca comodidad. Carmen, sin embargo, lo defiende. Es su hermano. Y ese es un lazo difícil de romper.

El verdadero drama se cuece dentro de Begoña. Rota, devastada, ve cómo Andrés se aleja cada vez más de sí mismo, entregado a María como un mártir. Mientras tanto, Gema detecta el creciente desequilibrio de Joaquín, quien está obsesionado con la idea de que Don Pedro lo drogó para quitarle el poder. Sus sospechas lo llevan a Irene, a quien lanza una bomba en una conversación casual. La reacción de ella lo confirma todo: está en lo cierto.

Cristina, aconsejada por Irene, se disculpa con Luis. Contra todo pronóstico, él también muestra humildad. Surge así una tregua inesperada entre ambos, e incluso el germen de un nuevo proyecto. Algo está cambiando.

Damián, por su parte, decide que Gabriel debe integrarse a la empresa familiar. Lo presenta en la fábrica, donde Joaquín lo recibe con cordialidad, pero Tasio… Tasio lo mira con ojos de lobo. Siempre relegado, se siente desplazado por ese primo perfecto. Y lo confronta: “Yo también soy un De la Reina”.

Gabriel no se inmuta. Lo desarma con una sonrisa. Pero Pelayo, que observa todo desde las sombras, siente que algo no encaja. Gabriel no es quien aparenta, y Pelayo decide actuar.

La jornada termina con dos confesiones devastadoras. Raúl se despide de María, pero ella le suplica que no se vaya. “Creo que siento algo por ti”, le dice, y ese “creo” basta para desatar un nuevo incendio en su alma.

Miércoles: El miércoles llega teñido por la sospecha y los susurros. Irene, atrapada entre la lealtad a su hermano y su conciencia, intenta advertir a Pedro. Pero el abismo entre ellos se ensancha. El peso de las mentiras se hace insoportable.

El juego de María continúa, y ahora sus fichas comienzan a moverse también fuera de su habitación. Andrés, aún ciego por el remordimiento, empieza a distanciarse de todos, cada vez más aislado en su propia cruzada redentora. Y Begoña… Begoña, herida pero no vencida, promete una contraofensiva.

La llegada de Chema sigue creando tensiones. Mientras Carmen lo defiende, Tasio recela. Y aunque parece inofensivo, Chema oculta más de lo que dice.

Y por si fuera poco, la familia De la Reina se enfrenta a una nueva grieta: el pasado no solo amenaza con resurgir, ya está aquí. Gabriel, ese rostro nuevo, empieza a atraer miradas y levantar sospechas. Pelayo ya ha detectado que no es oro todo lo que reluce, y comienza su propia investigación.

Con cada día que pasa, los hilos de esta red de pasiones, secretos y traiciones se tensan un poco más. El tablero está dispuesto, las piezas están en movimiento, y el jaque mate se aproxima. En Sueños de libertad, esta semana, nadie saldrá ileso.