El episodio 608 de La Promesa trae una cadena de revelaciones, tensiones y una desaparición que sacude los cimientos del palacio. Todo comienza con Catalina, quien por fin se atreve a confesarle a Adriano una mentira que llevaba tiempo cargando. En una conversación privada, le revela que fingió estar enferma. El motivo: evitar que Emília fuera expulsada del palacio.

Adriano, al principio, queda impactado. Siempre creyó que la salud de Catalina era frágil y prioritaria, por lo que la revelación lo desconcierta. Pero cuando ve la sinceridad en los ojos de Catalina y comprende que todo fue por un bien mayor —darle otra oportunidad al amor inconcluso entre Rómulo y Emília—, su enfado se convierte en comprensión. Él valora profundamente los sentimientos verdaderos, y ver que Catalina actuó guiada por el corazón termina por reconciliarlo con ella.

Mientras tanto, la permanencia de Emília en el palacio reaviva algo dormido en Rómulo. El serio y reservado mayordomo no puede evitar esbozar una sonrisa genuina al enterarse de la noticia. Años de sentimientos reprimidos emergen con fuerza. La simple mentira de Catalina logra reactivar emociones que muchos creían enterradas, abriendo una posible segunda oportunidad para ambos.

Pero justo cuando las emociones parecen estar encontrando su cauce, ocurre algo inquietante. Mientras camina por el palacio, Catalina escucha unos susurros extraños que la llevan hasta la habitación de los niños. Al entrar, encuentra a Eugenia sola con los pequeños, incluido el bebé Andrés. Hay algo inquietante en su mirada, un brillo fuera de lugar, acompañado de una sonrisa perturbadora. Catalina se congela. Todos los episodios inestables del pasado de Eugenia regresan a su mente como un torbellino. Sin perder tiempo, llama a Curro y exige que Eugenia sea apartada inmediatamente.

Curro acude de inmediato, preocupado por su madre, pero también temiendo por la seguridad de los niños. Intenta calmarla, hablarle con cariño, pero Eugenia está fuera de sí. Sus palabras son incoherentes, sus movimientos tensos. Está claro que ha perdido el control. Lo más alarmante es que detrás de su fragilidad, se esconde una mente manipulada por Leocadia, quien continúa controlándola desde las sombras, alejándola de la realidad cada día más.

En medio de este caos, llega otro golpe para Catalina: Alonso le informa que el Padre Samuel ha sido excomulgado y no podrá oficiar el bautismo de sus hijos. Catalina queda devastada. La ceremonia, que había preparado con tanto esmero, ahora se desmorona. La pérdida del sacerdote se siente como una traición al espíritu de fe que deseaba compartir con su familia.

Sin embargo, nada los prepara para lo que ocurre después. Al regresar a la habitación, Catalina y Adriano descubren que el bebé Andrés ha desaparecido. El silencio lo dice todo. Ambos quedan paralizados. No hay rastro del niño. El pánico se apodera del palacio. Todos comienzan una búsqueda frenética. El estado mental de Eugenia, la influencia de Leocadia y las dudas sobre quién fue el último en ver al bebé convierten la desaparición en un asunto grave y urgente. El ambiente se vuelve espeso, cada rincón del palacio parece esconder una amenaza.

Mientras la desesperación aumenta, otro frente de tensión se abre. Petra, señalada como posible responsable de la caída del Padre Samuel, es confrontada. Fría y calculadora, niega todo. Afirma no tener relación con los rumores que llevaron a la excomunión, y mantiene una postura indiferente. Pero su historial le juega en contra. María Fernández, y muchos más en el palacio, desconfían profundamente de ella.

Para sorpresa de todos, el propio Samuel decide ponerse de su lado. Ya sea por ingenuidad, compasión o por fe en la redención, él defiende a Petra públicamente. Este gesto causa estupor. Algunos lo ven como una muestra de nobleza, otros como una ceguera peligrosa. Lo que es seguro es que su decisión tiene consecuencias. La confianza mal colocada podría estar alimentando una traición aún más profunda.

En este capítulo, los sentimientos más nobles se cruzan con las estrategias más oscuras. La desaparición del pequeño Andrés no solo desencadena una crisis emocional, sino también una amenaza tangible para la seguridad de todos. El equilibrio del palacio, ya frágil, se tambalea. La línea entre el amor, la lealtad y la manipulación se vuelve cada vez más borrosa.

¿Lograrán encontrar al bebé antes de que sea demasiado tarde? ¿Está Eugenia realmente detrás de todo o alguien más se mueve entre las sombras? La Promesa entra en un punto de inflexión, donde las decisiones de unos pocos pueden cambiar el destino de todos.