En el corazón del majestuoso palacio de La Promesa, donde los secretos se ocultan tras cada tapiz y cada mirada, Curro de la Mata, consumido por la rabia y el dolor, se convierte en el instrumento de la verdad. Después de descubrir una carta decisiva, firmada por el malogrado médico Rufino, Curro está decidido a desvelar al verdadero asesino de su querida hermana Jana: su propio tío, Lorenzo de la Mata.
La carta, hallada en un saco de harina y cuidadosamente escondida durante semanas, confirma las sospechas más oscuras: Lorenzo conspiró con Rufino para acabar lentamente con la vida de Jana, usando venenos sutiles que simulaban una recaída médica. Con la ayuda fiel de Pía Adarre, la ama de llaves del palacio, Curro planea un acto de justicia que estremecerá los cimientos de la nobleza.
El escenario elegido no podía ser más simbólico: la fastuosa fiesta de cumpleaños de Lorenzo. Mientras los candelabros brillan como estrellas caídas y la aristocracia local brinda por el supuesto éxito del capitán, la trampa de Curro se cierne silenciosamente. Oculto entre las cortinas, junto a una expectante Pía, Curro espera el momento justo para actuar.
Cuando Lorenzo, henchido de orgullo, inicia su discurso agradeciendo a todos por su lealtad y celebrando su “triunfo”, Curro da un paso al frente. Su voz firme y cargada de dolor interrumpe la falsa celebración, dejando a los invitados en un silencio sepulcral.
“¿Lealtad, Lorenzo?”, resuena su acusación en el salón. “¿Después de lo que le hiciste a Jana?”
El aire se torna denso cuando Curro muestra la carta: la prueba irrefutable del crimen. Todos los presentes, desde los nobles hasta el servicio, observan con horror cómo la fachada de Lorenzo comienza a resquebrajarse. Rufino, pálido y tembloroso, intenta huir, pero es interceptado por la Guardia Civil, alertada previamente por Curro.
En un último acto desesperado, Lorenzo intenta arrastrar consigo a Leocadia, revelando que ella también estaba implicada en la conspiración. La frialdad calculadora de Leocadia se rompe por un instante cuando las miradas la acusan. Petra Arcos, doncella de la marquesa Cruz, también es señalada como cómplice y no consigue escapar.
La Guardia Civil, liderada por el sargento Burdina, actúa con rapidez: Lorenzo, Leocadia y Petra son arrestados entre el murmullo escandalizado de los invitados. La caída del capitán Lorenzo es tan estrepitosa como su ascenso fue arrogante.
Mientras los traidores son conducidos fuera del palacio, Curro y Pía se observan en silencio. No hay júbilo en sus rostros, solo un profundo cansancio y una tristeza inevitable. La justicia ha empezado a abrirse paso, pero el precio ha sido dolorosamente alto.
Aquella noche, que debía ser la celebración del poder de Lorenzo, se convierte en el símbolo de su destrucción. La Promesa no volverá a ser la misma: la verdad, largamente enterrada bajo capas de mentiras y manipulaciones, finalmente ha visto la luz.
Y en algún lugar, más allá de la niebla de dolor y traición, el espíritu de Jana puede, al fin, comenzar a descansar en paz.