En un giro crucial de la trama, Marta, preocupada por la situación que se está desarrollando, le revela a su padre la verdadera naturaleza de don Pedro. Aunque este último ha mantenido una fachada de amabilidad y apoyo, Marta descubre que sus intenciones no son tan nobles como parecen. Tras investigar más a fondo y observar sus acciones, Marta llega a la conclusión de que don Pedro está manipulando a todos a su alrededor con el fin de obtener poder y controlar los acontecimientos a su favor. Ella, que siempre ha sido perspicaz y cautelosa, no duda en advertir a su padre sobre el peligro inminente que representa este hombre, quien, bajo su aparente generosidad, esconde un oscuro propósito.
Marta sabe que, si su padre no toma precauciones, todo lo que han logrado podría verse amenazado por la ambición desmedida de don Pedro. A pesar de que su padre no quiere aceptar esta dura realidad, Marta insiste en que no se puede confiar en él, pues sus acciones empiezan a mostrar una peligrosa falta de escrúpulos. Este momento se convierte en un punto de inflexión, pues obliga a los personajes a cuestionar sus alianzas y la verdadera lealtad de aquellos en quienes confiaban. La tensión crece, y el futuro de los protagonistas queda en juego mientras Marta trata de convencer a su padre antes de que sea demasiado tarde.