En La Promesa, las apariencias engañan… y Doña Leocadia de Figueroa es el ejemplo perfecto. En medio del vacío dejado por Cruz y la grave crisis financiera que atraviesa el palacio, Leocadia ha emergido como la gran salvadora del momento: generosa, influyente y… aparentemente rica. Pero, ¿y si todo fuera una fachada? ¿Y si el dinero que tan alegremente reparte no fuera suyo?
Desde que Doña Cruz fue enviada a prisión, Leocadia se ha movido con inteligencia. Aprovechando el caos, ha tejido su propia red de poder. Con donaciones constantes, regalos costosos y ofrecimientos económicos, ha ganado terreno en la Promesa y en el corazón de Don Alonso. Ha pagado desde las comidas diarias hasta cunas para los hijos de Catalina, pasando por trajes nuevos para el marqués… Todo parece parte de un plan bien orquestado.
Pero aquí viene el giro. ¿De dónde saca Leocadia tanto dinero?
La mujer asegura que su fortuna proviene de la herencia de su difunto esposo, un hombre de negocios sin título nobiliario. También ha mencionado el enorme esfuerzo económico que hizo para que su hija Ángela estudiara en Suiza. Pero no hay rastro de negocios activos, ni actividad económica visible. Solo gastos… muchos gastos.
Y mientras su casa original permanece cerrada pero mantenida con personal contratado, ella vive a cuerpo de reina en la Promesa, ocupando poco a poco el lugar de la marquesa. Incluso Petra, al principio reticente, ha acabado cediendo ante el poder del dinero de Leo. Si se paga con billetes, se manda con poder.
Pero hay un cabo suelto: el maletín de Vera.
Ese misterioso maletín que Cruz escondía y que nunca supimos en qué fue gastado. ¿Y si Leocadia lo encontró? ¿Y si ese dinero es el que está usando para financiar su ascenso? No sería descabellado. Conocemos bien a Leocadia, y sabemos que es capaz de aprovechar cualquier oportunidad para sacar ventaja. ¿Y si ese dinero no le pertenece? ¿Y si está construyendo su imperio sobre una fortuna que no es suya?
Esto no solo pone en duda su supuesta generosidad, sino que convierte su estrategia en algo aún más peligroso. Porque si todo se descubre… ¿caerá con más fuerza que la propia Cruz?
Y por si fuera poco, en medio de todo este juego de poder, Lorenzo de la Mata continúa viviendo gratis en la Promesa, comiendo, montando a caballo, siendo atendido… y sin poner un solo céntimo. Un parásito en toda regla que ni ayuda ni contribuye. ¿Hasta cuándo aguantará Don Alonso esto? ¿Por qué sigue permitiendo que este hombre que traicionó su confianza y atormenta a su hijo siga allí como si nada?
La Promesa se convierte así en un campo de batalla silencioso donde el dinero, la influencia y los secretos ocultos deciden quién manda. Leocadia puede estar ganando por ahora… pero si ese dinero no es suyo, su caída puede ser aún más espectacular.
¿Será Leocadia la nueva marquesa o terminará descubierta como una farsante? ¿Y qué pasará con Lorenzo? ¿Cuánto tiempo más aguantará su impunidad?