En el siguiente capítulo de La Promesa, lo inesperado ocurre en medio de un evento muy especial: la boda de Rómulo y Emilia. Justo cuando la ceremonia avanza con emoción y solemnidad, Rómulo interrumpe todo y sorprende a todos los presentes al revelar que Tomás está vivo. Con voz firme, pide que se abran las puertas y que Tomás entre al palacio. El joven hace su reaparición con una imagen renovada, dejando a todos boquiabiertos.

Rómulo, visiblemente conmovido, confiesa ante Alonso que fue él quien mantuvo oculto a Tomás todo este tiempo. Finalmente, ha llegado la hora de que la verdad salga a la luz sobre lo ocurrido aquel día en que Cruz atentó contra la vida de su hijastro. Lo que parecía ser una simple ceremonia se transforma en un momento histórico para los Luján.

La ceremonia sigue con un tono íntimo y emotivo. Emilia y Rómulo intercambian votos rodeados de los criados, entre miradas cómplices y discretas lágrimas. Al terminar, Alonso pide una palabra en privado con Rómulo. En el despacho, el marqués le agradece por su servicio fiel durante tantos años y le brinda su bendición para esta nueva etapa junto a Emilia. Rómulo, conmovido, responde con humildad, y le revela que ya tiene un sucesor en mente para ocupar su puesto.

Pero antes de despedirse, Rómulo le dice a Alonso que tiene una última sorpresa. Llama a alguien a entrar… y es entonces cuando Tomás aparece frente a su padre. Alonso se queda sin palabras, el impacto es absoluto. El joven le dice claramente: “Padre, soy yo, Tomás”. El marqués queda en shock, incapaz de creer lo que ve.

Tomás explica que estuvo oculto por mucho tiempo, por órdenes que nunca entendió, y ahora ha regresado no solo para ver a su padre, sino también para revelar las injusticias y mentiras que se han escondido en La Promesa. Cuando menciona a Cruz, Alonso empieza a comprender la magnitud del daño que ella causó.

Mientras tanto, en la prisión de Burgos, Cruz recibe la visita del sargento Burdina, quien le informa que ha llegado una carta anónima con pruebas que podrían exculparla parcialmente en la muerte de Jana. Debido a esto, se le otorga una libertad temporal, pero con una advertencia clara: un paso en falso y volverá tras las rejas.

Cruz regresa al palacio, pero ya no es la mujer poderosa de antes. Nadie la recibe, el ambiente es frío y desolador. Al llegar al despacho, se topa con Tomás, de pie e imponente, quien no duda en enfrentarla. El intercambio entre ambos es tenso y revelador: Tomás le recuerda la agresión que sufrió de su parte, y cómo lo dejó por muerto.

Cruz intenta justificarse, pero Tomás no se deja manipular. Ha regresado para buscar justicia, no venganza, y está dispuesto a contar todo. En ese momento, aparece Curro, que confirma su identidad y también se entera de que es hijo del mismo padre que Tomás y Manuel.

La tensión crece cuando Manuel llega y también ve a Tomás. El reencuentro entre los hermanos es conmovedor. Se abrazan entre lágrimas, intentando recuperar el tiempo perdido. Sin embargo, la presencia de Cruz desata una tormenta. Manuel la rechaza de forma contundente al enterarse de lo que hizo. El joven, consumido por el dolor, le grita que no le cree ni una palabra más.

Cruz queda sola, expuesta ante todos. Y mientras el drama se desata en los pasillos del palacio, Leocadia, desde las sombras, observa con satisfacción. Sabe que esta es su oportunidad. Corre a contarle a Petra y Lorenzo lo que ha visto: la marquesa ha vuelto, pero sin aliados ni poder.

Leocadia propone entonces una nueva conspiración para destruir completamente la reputación de Cruz. Esparcirán rumores, manipularán hechos, harán creer a todos que Cruz ha perdido la razón y que debe ser recluida nuevamente. Petra y Lorenzo dudan al principio, pero Leocadia los convence: es el momento perfecto para acabar con ella sin que nadie pueda defenderla.

Así se pone en marcha una nueva guerra secreta en La Promesa, una más oscura y despiadada que las anteriores. El pasado ha vuelto, y con él, una cadena de verdades que cambiará para siempre la vida de los personajes.