En este nuevo y electrizante avance de Sueños de Libertad, Cristina recibe una impactante noticia que podría cambiar el rumbo de su carrera: el aclamado diseñador Alonso Cobeaga —considerado un genio de la alta costura— lanzará su primera fragancia y ha convocado a un selecto concurso entre las mejores casas de perfumería del país. Luis, emocionado pero presionado por el ajustado plazo de dos semanas para presentar tres propuestas, se encuentra en una encrucijada creativa.
Cristina, sorprendiendo a todos con su profundo conocimiento del trabajo de Cobeaga, se ofrece a ayudar, demostrando no solo pasión sino una comprensión auténtica de su estilo y filosofía: “arquitectura para el cuerpo”. Su entusiasmo y precisión impresionan tanto a Luis como a Marta, quien no duda en nombrarla asesora principal del proyecto. Cristina, desbordante de emoción, ve en este reto una oportunidad única para demostrar su valía profesional. Por fin siente que su talento empieza a brillar.
Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Irene se reúne con un supuesto experto en seguridad laboral recomendado por Damián: Amador Rojas. Todo parece normal hasta que Cristina irrumpe en la escena y lo reconoce: es el hombre que ha estado merodeando por su edificio y preguntando por ella. Rojas niega conocerla, pero la sospecha ya está sembrada. Irene, inquieta, decide seguirlo. El rastro la lleva hasta un despacho oculto y, enfrentándolo cara a cara, lo acusa: no es un experto en riesgos, sino un detective privado. Él no lo admite, pero su comportamiento lo dice todo. Irene empieza a comprender que Damián ha estado espiando a sus empleados. ¿Por qué? ¿Qué teme descubrir… o proteger?
Por su parte, Damián intenta, sin éxito, abrirle los ojos a Digna. Le revela que Pedro manipuló la caída de Joaquín mediante un plan turbio que incluyó pagar a Górriz para sabotear la fábrica. Pero Digna, cegada por la lealtad y el amor, lo rechaza con furia. No cree ni una palabra. En su mente, Pedro sigue siendo el salvador de su familia, y cualquier intento de Damián por desenmascararlo solo alimenta su resentimiento.
En la mansión, María regresa tras recibir el alta médica. Andrés la recoge, atrapado en una espiral de culpa silenciosa. María se instala como una reina herida: agradece los cuidados con frialdad y desprecia cualquier gesto que no provenga de Andrés. Rechaza la ayuda de Raúl, reafirmando que será su marido quien se encargue de todo. Ante la familia, hace un anuncio calculado: no denunciará a Andrés. Pero su sonrisa lo deja claro: no necesita tribunales. Su venganza es doméstica, personal, y apenas comienza.
Damián, deseoso de integrar a su recién encontrado hijo Gabriel, le explica por qué Andrés no quiere la cena de bienvenida. Gabriel, con una habilidad casi hipnótica, le da la vuelta a la situación. Argumenta que una cena no sería una celebración, sino un acto de unión familiar, de esperanza en medio del caos. Damián, emocionalmente vulnerable, acepta la propuesta. Sin saberlo, acaba de abrir la puerta a un nuevo jugador que sabe moverse con sigilo y estrategia.
Mientras tanto, las tensiones internas no dejan de crecer. Luz se enfrenta a un examen médico complicado que le genera ansiedad; Raúl, despreciado por María, se sumerge en una espiral peligrosa de rencor; y Begoña, enfrentada al muro emocional de Andrés, decide actuar. En un cara a cara con María, le pide que deje en paz a su cuñado. Pero María, empoderada por su regreso, deja claro que no piensa ceder ni un milímetro. Asegura que ha recuperado a Andrés, que lo controla, que Begoña ha perdido. Sus palabras son frías, letales, como una sentencia.
Begoña sale destrozada, entendiendo que no habrá batalla por pelear. Ya se libró. Y la ha perdido. La reina herida ha vuelto, más fuerte que nunca. Y su trono está hecho de manipulación, dolor y poder.
Déjanos tus teorías. ¡Esto apenas comienza!