En el siguiente episodio de La Promesa, se avecina un momento de revelaciones cruciales que sacudirán por completo la tranquilidad del palacio. Pía, tras haber cargado en silencio con un secreto abrumador desde la supuesta muerte de Hann, llega finalmente a la conclusión de que ya no puede seguir callando. Su conciencia, agotada por la carga, le confirma que ha llegado el instante de enfrentar la verdad. Decidida, desaparecerá por unos días, generando inquietud entre quienes la rodean, especialmente en Curro, quien se mostrará cada vez más preocupado por su amiga. Él sospechará que su desaparición no es casual, y que tal vez Leocadia y Lorenzo han vuelto a maniobrar desde las sombras para quitarla del medio.

Pero, cuando todos empiezan a temer lo peor, la sorpresa estalla: Pía regresa… y no lo hace sola. A su lado está Hann, viva, caminando con paso firme y sereno, lista para revelar la verdad detrás de su “muerte”. La revelación provoca un impacto sin precedentes: Hann había fingido su fallecimiento con la ayuda de Pía para protegerse, y ahora ha decidido volver para destapar todo lo que se oculta dentro del palacio.

Los días previos a este giro han sido tensos para Pía. Se la ha visto inquieta, caminando sola por pasillos apartados, revisando documentos, mapas y códigos escondidos entre libros antiguos de la biblioteca. Ni siquiera sus habituales conversaciones con Rómulo eran como antes. Estaba más distante, distraída. Algo le consumía por dentro, y solo ella sabía cuán alto era el precio de lo que estaba por hacer.

Curro, atento, notó el cambio. Una tarde, mientras revisaban archivos, observó que le temblaban las manos. Intentó acercarse, preguntarle directamente, pero Pía, aunque con cariño, lo evadió. “Cuando llegue el momento, lo entenderás”, le dijo, con una mezcla de ternura y urgencia. Curro entendió que algo grave se avecinaba, y decidió no quedarse de brazos cruzados. Compartió sus sospechas con Lope, quien aceptó ayudar. Ambos comenzaron a observar discretamente los movimientos de Pía, aunque esta se encargaba de no dejar pistas.

Sin embargo, una mañana, el temor se confirmó. Pía no apareció en el desayuno, ni en sus tareas habituales. Su habitación estaba impecable, como si nadie hubiese dormido allí. Solo una nota descansaba sobre el escritorio: “A veces el silencio es la única forma de resistir.” Curro, desesperado, se lanzó a buscarla por todo el palacio, pero fue en vano. Nadie la había visto desde la noche anterior. María confesó que Pía le había pedido que no dijera nada si desaparecía por unos días, asegurando que era por un bien mayor. Todo indicaba que Pía se había ido voluntariamente, pero no sin motivo.

Mientras tanto, Leocadia y Lorenzo, en una conversación secreta en el despacho de Cruz, celebraban su aparente victoria. Pía estaba fuera de escena, y nadie tenía pruebas suficientes para desafiarlos. O eso creían.

Pero al atardecer, una carroza proveniente de Villafranca cruza los portones de La Promesa. Rómulo, al verla llegar, no puede creer lo que está presenciando. Dos figuras femeninas descienden del vehículo. Una es Pía. La otra, al levantar el velo, revela su rostro: es Hann, viva y decidida. El impacto es inmediato. Los criados quedan boquiabiertos. Rómulo, sin palabras, se acerca. “Es ella”, dice, aún incrédulo. Pía confirma: “Sí, y ha llegado la hora de contar toda la verdad.”

Catalina convoca una reunión urgente con todos los miembros de la casa. El salón noble se llena de tensión. Cuando Hann entra, la incredulidad se convierte en emoción contenida. Curro, al ver a su hermana viva, rompe en lágrimas y la abraza. “Tú estás viva”, dice entre sollozos. Hann responde: “Sí, y he vuelto porque ya no puedo seguir callando.”

Lo que sigue es una revelación desgarradora. Hann explica que su salud comenzó a deteriorarse tras el disparo, no por la herida en sí, sino por síntomas extraños que le hicieron sospechar que estaba siendo envenenada. Fue entonces cuando Leocadia la visitó y la amenazó directamente: si hablaba de lo que había descubierto sobre su madre, Dolores, acabaría como ella. Le dijo que nadie le creería y que si quería sobrevivir, tenía que desaparecer.

Fue Pía quien la ayudó. Analizó sus medicinas, notó irregularidades, y juntas planearon fingir su muerte. Engañaron al médico con un sedante, falsificaron el certificado de defunción, organizaron el entierro y tres noches después, Pía la desenterró y la escondió en Villafranca, bajo el cuidado de personas leales.

Las reacciones no se hacen esperar. Petra, desde el fondo del salón, grita que han jugado con sus sentimientos. Hann se disculpa, pero reafirma que era la única manera de salvar su vida. Luego, Pía presenta las pruebas: documentos, recetas adulteradas, pagos ocultos, cartas y notas comprometedoras, todo hallado en la antigua habitación de Cruz. Catalina, al ver la evidencia, queda conmocionada. La sala entera se sumerge en un silencio abrumador.

Leocadia y Lorenzo intentan defenderse, pero sus argumentos suenan vacíos. Lorenzo afirma que todo es un teatro, una farsa. Pero la entrada de Burdina, escoltado por guardias, sella el destino de ambos. “Leocadia de Aro y Lorenzo de la Mata, estáis detenidos por intento de homicidio, sabotaje médico y falsedad documental.”

Mientras son esposados, intentan desviar la culpa hacia Cruz y hacia otros fantasmas del pasado. Pero ya es tarde. Los criados observan con mezcla de rabia y alivio. Hann, firme, declara que no se trata de venganza, sino de justicia. “Me quitaron a mi madre. Intentaron quitarme la vida. Pero no pudieron con la verdad.”

Curro toma la mano de su hermana, Manuel la abraza en silencio, y Pía, por fin, se permite respirar en paz. Sale al jardín, se sienta bajo el árbol donde tantas veces buscó consuelo, y en ese momento entiende que, aunque fue doloroso, guardar el secreto salvó más que una vida. Salvó la posibilidad de que La Promesa volviera a ser un lugar donde la verdad tiene un lugar.

Así concluye uno de los capítulos más impactantes de la serie, donde el regreso de Hann, la valentía de Pía y la determinación de Curro y Lope marcan un antes y un después. Lo que parecía enterrado para siempre, ha resurgido, y con ello, la esperanza de que los culpables ya no podrán esconderse tras sus máscaras de poder.