En Sueños de libertad, el capítulo 327 se convierte en una explosiva mezcla de estrategia, talento y sutileza emocional, en donde Marta vuelve a demostrar por qué es una maestra del juego corporativo… y de la persuasión.

La escena arranca con una frase que lo dice todo: “Es buena saliéndose con la suya”. Y no es para menos. Cristina lo dice con una sonrisa de medio lado, la misma que anticipa una tormenta de trabajo, retos creativos y decisiones rápidas. Porque si algo sabe Marta, es cómo hacer que todos digan “sí” sin que se den cuenta de que en realidad ya lo había decidido por ellos.

Marta irrumpe en el laboratorio con esa elegancia suya que es casi una amenaza silenciosa. Luis trabaja concentrado, pero su atención se desvía cuando ve a Cristina acompañada por una mujer que no conoce. Ella, como si supiera lo que él va a preguntar, le lanza una mirada cálida y segura. Cristina no necesita presentación: ya sabe perfectamente quién es Marta, y no pierde la oportunidad de mostrar respeto por su cargo, por su presencia, por su poder. Marta, siempre con la cortesía medida al milímetro, le da la bienvenida a Perfumerías de la Reina… pero también le lanza la primera advertencia: ha llegado al departamento más creativo, pero también al más exigente. Y con eso queda sellado el tono de su relación.

Cristina no se achica. Al contrario, responde con entusiasmo, dispuesta a ensuciarse las manos —o las probetas—, repitiendo una broma que seguramente le escuchó antes a Luis. Él, sin perder la ironía, le dice que por ahora solo le tocará limpiarlas. Marta sonríe, respalda el comentario y lo llama “un genio”. Pero aquí empieza el verdadero juego.

Luis no se traga fácilmente los halagos de Marta. La conoce, y sabe que si lo alaba es porque viene con intenciones ocultas. Y acierta. Marta no está ahí para hacer relaciones públicas, sino para entregar una bomba de relojería disfrazada de oportunidad.

Con voz neutra pero mirada afilada, les informa que Alonso Cobeaga, el afamado diseñador de moda, quiere lanzar un perfume y ha solicitado muestras a distintos perfumistas. Cristina apenas puede contener su emoción. Ella lo conoce bien, admira su trabajo, incluso asistió a su último desfile en París. Luis, en cambio, confiesa no tener idea de quién es. El comentario desata una carcajada espontánea entre las dos mujeres. Para Cristina, es una revelación; para Marta, una oportunidad perfecta para subrayar la magnitud del reto.

Marta se asegura de dejarlo claro: esta no es una colaboración cualquiera. El perfume que diseñen se venderá en boutiques exclusivas alrededor del mundo. El brillo en los ojos de Cristina es evidente. Pero Luis mantiene los pies firmemente en la tierra. Recuerda con amargura experiencias pasadas, como el encargo de Galerías Miranda. Y sospecha, con razón, que esto podría ser otro concurso encubierto. Marta lo confirma sin rodeos: es un concurso. Y ellos deben ganar.

Luis rechina. Esa palabra va contra todo lo que representa su metodología. Él no improvisa. Él no compite. Él crea con precisión, no bajo presión. Marta, sin perder la calma, le propone reutilizar una fragancia exquisita que ya tenían, una que fue descartada por una clienta anterior. Cristina no tarda en apoyar la idea. Dice que esa fórmula era demasiado buena para quedar olvidada. Pero Marta no ha terminado: quiere no una, sino tres muestras. Y deben estar listas en menos de 48 horas.

Luis estalla: “¡Es una locura!” Cristina, en cambio, se prende fuego con el desafío. Ofrece ayudar. Revela que conoce bien el estilo de Cobeaga, que puede aportar una visión valiosa. Marta, encantada, le da vía libre. Y con su característico sentido del humor afilado, les lanza una frase que clava como daga envuelta en terciopelo: no les va a meter prisa… aunque sí lo hace. Les recuerda con precisión suiza que les quedan 47 horas y 20 minutos. Y se marcha, dejando tras de sí una mezcla de presión, entusiasmo y caos organizado.

La escena final es de esas que quedan grabadas. Cristina, entre risas y adrenalina, dice mirando a Luis: “Es buena saliéndose con la suya.” Y él, sin perder un segundo, contesta con resignada admiración: “Y que lo digas.

Porque sí, Marta volvió a hacerlo. Movió las piezas, tocó las teclas correctas, y puso en marcha una maquinaria creativa que apenas empieza a calentarse. La carrera por conquistar el olfato de Alonso Cobeaga ha comenzado… y el laboratorio de Perfumerías de la Reina está a punto de explotar en inspiración.

Pero bajo toda esta efervescencia, hay más. Marta no solo busca ganar el concurso. Busca probar a Cristina. Quiere ver hasta dónde está dispuesta a llegar, cuánto talento puede exprimir y si tiene lo necesario para formar parte de los grandes. Y Cristina, con su mezcla de entusiasmo juvenil y determinación firme, parece dispuesta a demostrarle que no solo está lista… está hambrienta de más.

Luis, por su parte, se encuentra atrapado entre su ética de trabajo y una exigencia que va en contra de sus principios. Pero en el fondo, sabe que lo necesita. Necesita romper sus propios moldes. Marta lo empuja sin decirlo, y Cristina lo arrastra con su energía contagiosa.

Capítulo 327 se convierte así en una metáfora perfecta del universo de Sueños de libertad: donde cada elección tiene un doble filo, cada palabra es una jugada, y cada sonrisa… un movimiento calculado.

Porque sí, Marta es buena saliéndose con la suya. Pero lo más peligroso es que lo hace encantada.