“No me importa el precio, pero esta vez no lo voy a dejar escapar.”
La voz de Ángela tiembla, no de miedo, sino de una mezcla de rabia y amor. Lo que acaba de oír de boca de Curro ha reconfigurado por completo su visión del mundo.
Porque Curro, acorralado por su propia conciencia, ha hecho una confesión que llevaba tiempo ardiendo dentro de él. El veneno que mató a Hann Expósito, dice, no fue un accidente. Fue obra de Lorenzo de la Mata —el capitán Garrapata—.
Lo que una vez fue solo una figura ridícula en el palacio ahora se transforma ante los ojos de Ángela en algo mucho más siniestro: un asesino.
Y no solo eso. También recuerda que él fue quien organizó el supuesto “accidente” en el picnic donde casi pierde la vida Curro. De pronto, todo encaja. Y Ángela, impulsada por la justicia pero también por el amor profundo que siente por Curro, se lanza a investigar con una determinación que asusta.
Sin ningún título de abogada, pero con más agallas que muchos magistrados, revisa documentos, interroga silencios, ata cabos invisibles. Pronto encuentra algo que le hiela la sangre: Lorenzo está implicado en una red de tráfico ilegal de armas, junto al duque de Carril y el marqués de Andújar.
Pero lo más perturbador no es el negocio en sí, sino el origen de esas armas. Documentos apuntan a que fueron sustraídas del ejército español. En la época —1916—, semejante crimen no solo era gravísimo, sino que conllevaba el riesgo de pena capital.
Si Lorenzo es culpable, y todo apunta a que lo es, no estamos hablando solo de corrupción, sino de traición militar.
Y por si fuera poco, la libreta dorada que contenía todas las pruebas —anotaciones, fechas, nombres— fue quemada justo cuando Curro y López estaban a punto de desenmascararlo.
Ahora es Ángela quien ha tomado las riendas. Desde la sombra, sin que Lorenzo lo sospeche, sigue la pista definitiva que podría hundirlo para siempre.
Pero cuando está a punto de denunciarlo, Curro la detiene. ¿Por miedo? ¿Por alguna razón aún desconocida? Nadie lo sabe.
Y mientras tanto, una pregunta aún más oscura flota sobre el caso Hann Expósito. Porque si Lorenzo la envenenó, ¿fue también quien disparó el arma que la dejó malherida antes de su muerte? ¿O hay otra figura aún más peligrosa detrás del telón?
En La Promesa, las verdades se revelan con sangre. Y esta vez, parece que alguien más pagará el precio.
¿Tú qué piensas? ¿Fue Lorenzo quien mató a Hann o hay un enemigo aún más oculto acechando desde las sombras?