La sala estaba llena de una tensión que se podía cortar con un cuchillo. Las velas titilaban suavemente, el incienso se mezclaba con el aroma de las flores frescas, creando una atmósfera solemne en el gran salón de La Promesa. Ángela, vestida con su elegante traje crema, estaba a punto de dar el paso que cambiaría su vida, pero en su rostro no había rastro de felicidad, solo una mirada perdida, vacía. A su lado, Lorenzo sonreía con la seguridad de quien ya ha ganado, apretando la mandíbula para mantener su fachada serena.
La ceremonia había comenzado, y el padre Samuel estaba pronunciando las palabras que sellarían la unión de Ángela y Lorenzo ante Dios, el honor y la verdad. Sin embargo, en el aire flotaba un sentimiento de inquietud. Leocadia, la madre de Ángela, se mantenía rígida, las manos entrelazadas con tal fuerza que parecía que su cuerpo se desmoronaba desde dentro. Observaba a su hija, pero la joven no respondía. No había esperanza en sus ojos, solo el cansancio de una batalla que ya había perdido.
Pero entonces, algo inesperado ocurrió.
El sonido de las puertas abriéndose irrumpió en la quietud, y todos los presentes se giraron hacia la entrada. Allí estaba Curro, con su ropa sucia de polvo y su pecho agitado. No llevaba el traje elegante de boda. Sus ojos, llenos de ira y determinación, buscaban a Ángela. Con pasos firmes, se acercó a ella, mirando a Lorenzo con un desdén palpable.
“Detengan esta ceremonia ahora”, gritó Curro, su voz resonando por todo el salón. Los murmullos de los invitados comenzaron a crecer, y Lorenzo intentó recuperar el control, pero Curro no le dio oportunidad. Con un gesto enérgico, se puso al lado de Ángela. “Esta boda no puede celebrarse. Esta mujer está siendo forzada a dar este paso. Lorenzo la amenazó con mi vida para conseguir lo que quiere.”
El silencio que siguió fue absoluto. Los ojos de todos los presentes se volvieron hacia Lorenzo, que intentaba mantener la calma, pero el aire estaba cargado de acusaciones graves. Curro continuó: “Este hombre ha usado mi vida como moneda de cambio, y tu madre… ella lo aceptó, participó, y vendió a su propia hija por miedo, ambición, y cobardía.”
La shockante revelación dejó a todos sin palabras. Lorenzo intentó desmentirlo, pero Curro estaba preparado. “Tengo pruebas”, dijo, mostrando cartas y testigos que corroboraban sus palabras. La tensión se desbordó cuando Leocadia, tratando de salvar lo que quedaba de su reputación, intentó negar todo, pero Alonso, el marqués, ya lo había entendido todo. Con voz fría, dijo: “Capitán Lorenzo, está expulsado de este palacio. Leocadia, recoge tus cosas. Tu estancia aquí ha terminado.”
La verdad había salido a la luz, y el giro inesperado no solo cambió el destino de Ángela, sino también el de todos los involucrados en este juego peligroso de poder y traiciones.
Ángela, al escuchar las palabras de Curro, dejó caer finalmente las lágrimas. Se volvió hacia él, y en sus ojos brilló una chispa de esperanza. Con un gesto silencioso, Curro extendió su mano hacia ella. Ella la aceptó, y en ese momento, el gran salón, que antes estaba lleno de promesas vacías, se convirtió en el escenario de una libertad conquistada por la valentía.
Pero, ¿qué pasará con Leocadia y Lorenzo ahora que su juego ha sido desenmascarado? ¿Cómo afectará esta revelación a la vida de Curro y Ángela?
¿Qué opinas de las decisiones de Ángela y Curro? ¿Crees que su amor podrá sobrevivir a todo esto, o los sacrificios serán demasiado grandes? Deja tu opinión en los comentarios.